A PLENO PULMÓN
Escalada democrática

A PLENO PULMÓN<BR>Escalada democrática

Gobernar un pueblo con poca educación  y pocos empleos no es tarea fácil.  Cuando la densidad de población crece, los problemas de la “gobernanza” son mayores.  El pueblo dominicano tiene larga tradición dictatorial: Santana, Báez, Lilís, Trujillo, son fantasmas permanentes que nos incitan a resolver todos los problemas “por la fuerza”.  Recurrir a la represión es el medio más socorrido en política; desdichadamente, no sólo en política sino en otras actividades donde la violencia, en vez de curar, agrava.  En los asuntos políticos la represión podría ser un cauterio provisional, un simple método de aplazamiento.  Nuestros tiranos emblemáticos no resolvieron ninguno de los problemas básicos que arrastramos desde el nacimiento de la República.

 Pero todos los días oímos expresiones terribles pidiendo “acción inmediata y sin contemplaciones para combatir delincuentes, para contener “la violencia de género”, las transgresiones a las leyes de tránsito, las malversaciones de fondos o el robo de teléfonos celulares.  “Hay que dar una respuesta contundente”, se dice a menudo.  La “contundencia”, del hierro o del garrote, puede referirse a las relaciones comerciales dominico-haitianas, a la ineficiencia de los tribunales de justicia, al Código procesal penal, al caso de algún cura pederasta que trató de violar un niño.  En todos los ejemplos la conversación termina en que “es necesario dar un escarmiento”. 

 En nuestro país existen dos expresiones típicas con sentido preciso para “los hablantes de cualquier clase social”: “partir el cocote” y “partir el culo”.  En el primer caso es una sentencia de muerte; en el segundo, es una apaleada “de padre y señor mío”. Las golpizas pueden ser políticas, pasionales o comerciales.  Los famosos “intercambios de disparos” encubren esas tendencias dictatoriales.  Organismos internacionales llaman, pudorosamente, “ejecuciones extrajudiciales” a algunas muertes ocurridas en cárceles y redadas policiales.

 Si difícil es gobernar dictatorialmente, mucho más lo es gobernar con métodos democráticos.  Sobre todo en sociedades con alto desempleo y comprobada falta de educación escolar.  Si además la población comparte ampliamente las “actitudes despóticas”, el asunto se pone “color de hormiga”.  Es admirable que con todos esos antecedentes, costumbres y dichos, hayamos persistido en luchar por mantener gobiernos democráticos.  Por una cuesta empinada, llena de baches y pedruscos, hemos ido ascendiendo hacia la democracia.

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