A PLENO PULMÓN
Escultores y piedras 2

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Las realidades geográficas, económicas, sociales, son el marco donde opera el estadista.   Pero no condicionan ni predeterminan el destino político de las sociedades.  A lo sumo lo matizan.  Ese es el caso del Japón, una sociedad oriental, racialmente homogénea, con una antigua y valiosas civilización, que adoptó la cultura y la ciencia occidentales; que se industrializó sin poseer las materias primas a transformar.  ¿Es más fácil o más difícil gobernar una sociedad rica y educada?  O al revés: ¿Es más difícil o más fácil gobernar una sociedad pobre y con un alto índice de analfabetismo?

 Se ha dicho mil veces que el hombre es “hijo de las circunstancias”.  La famosa frase de Ortega: “yo soy yo y mi circunstancia”, una expresión filosófica preñada de sentido ontológico, ha sido mal interpretada una y otra vez.  La vocación de un escritor, por ejemplo, puede realizarse en las circunstancias más penosas o adversas.  Rubén Darío nació en Metapa, en el seno de una familia indígena chorotega.  Pablo Neruda nació en Parral, un villorrio de Chile.  ¿Cómo es posible que estos hombres influyeran sobre la lengua española y saltaran por encima de tan grandes limitaciones?

 La ética raciovitalista exige que usted “llegue a ser el que es”, o sea, que consiga ser “en acto pleno” lo que sólo es “en potencia” o proyecto.  Dominar las circunstancias, en lugar de ser aplastado por ellas, es el asunto central.  Para el hombre no hay tal “adaptación al medio”, como ocurre con los infusorios.  El hombre tiene el deber de transformar el medio y “adaptarlo” a su figura de vida, a su vocación radical.  El escritor, el hombre de empresa, el político, el artista, están obligados a “llegar a ser lo que son” en plenitud.  Y esta es una obligación moral.

 Pero es preciso entrar en combate con las circunstancias, empuñar el cincel y el martillo, para que la piedra durísima modifique su monstruoso perfil.  La vida es un drama continuo.  El peligro de frustración y acabamiento no cesa nunca.  Por eso el miedo saca su cabeza peluda y nos cohíbe e inhibe.  Se requiere de un acto vigoroso de la voluntad: para vencer el miedo, lo primero; luego para embestir contra las circunstancias. (TVcableguía Oct/2012).

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