A PLENO PULMON
Esta boca es mía

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En nuestros tiempos las modas se imponen duramente, como  corseletes sobre pechos de mujeres gordas.  El apretujón de la moda nos ahoga de tal modo que logramos respirar a duras penas; renunciamos a realizar esfuerzos mínimos para no quedarnos sin resuello.  Así como existen modas de vestir, hay también colores de moda, escritores de moda, “conceptos de moda”,  prohibiciones y permisiones de moda.  En algunos asuntos lo mejor es “seguir la corriente” para no enfrentar respuestas punitivas por haber “transgredido” una moda política, intelectual, alimenticia, incluso sobre tolerancia de costumbres “importadas” recientemente.  Ser tolerante con el “rock ácido”, o con los adictos a las drogas, son dos actitudes “bien vistas”; lo mismo ocurre con las “preferencias sexuales” de hombres y mujeres.  “Es preciso ser moderno”; adaptarse a la realidad de “nuevas formas de humanidad”, nos dicen.

Un periodista español escribió en el diario El País que si el jefe del gobierno de España hacía tal cosa “llevarían al presidente, de inmediato y sin contemplaciones, a la horca mediática”.  “Horca mediática” es el rechazo de los periódicos ante la trasgresión a una regla de moda.  Personas conservadoras afirman: en política ocurren “enormidades”; y nadie se atreve a decir “esta boca es mía”.  El corselete de la moda nos inhibe el habla.  Por miedo a la “horca mediática” no decimos “esta boca es mía”.

Muchos problemas solubles no se solucionan porque son millares los que deciden no abrir la boca.  Quejarse, alzar la voz, protestar por esto o aquello, creemos, “no conduce a nada”.  Renunciamos a la forma democrática de influir sobre asuntos públicos.  Permitimos, por desgana, falta de arrojo o timidez, que unos tipos detestables impongan su voluntad y nos halen por la nariz como bestias de tiro.

Nadie puede ocultar que en ciertas situaciones sociales es peligroso abordar temas conflictivos.  Opinar es riesgoso; no opinar también.  Un régimen político legítimo, escogido por voluntad popular, puede convertirse lentamente en un gobierno rígido y “degenerar” hacia la autocracia.  La costumbre de no decir “esta boca es mía” favorece transmutaciones políticas nefastas… “por omisión de la palabra oportuna”.  Lo más conveniente es que todos abran la boca, que muestren, sin sombra de duda, que la boca es suya.

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