Me han contado la historia de un emigrante español que llegó a Santo Domingo mucho antes de la caída del rey Alfonso XIII. No era un político; era, simplemente, un técnico especializado en estereotipia.
Confeccionaba las láminas de los clichés que se usaban entonces en la impresión directa. Su sueño era ganar dinero en América, librarse de la pobreza. Y lo consiguió; logró retirarse en 1930. Volvió a su país, indiano triunfante, como el protagonista de la zarzuela Los gavilanes. Había comprado varias casas y cerrado el taller para vivir de sus rentas y no trabajar tan duro. Pero por la ciudad de Santo Domingo pasó el destructor ciclón de San Zenón.
El emigrante tuvo que regresar a la isla donde hizo fortuna y reabrir el taller. Trabajó hasta 1948, fecha en la decidió retirarse de nuevo. Esta vez no compró casas; optó por los negocios financieros. Se dedicó a prestar dinero con garantía hipotecaria. La República Dominicana, gobernada por Trujillo, malpasaba en paz.
Los huevos costaban cinco centavos; los pollos se conseguían mediante trueque. Cuando la ropa empezaba a desteñirse por el uso, se decía: ya está de cambiar por pollos. Los campesinos no tenían ropa; los de la ciudad comían pollo solamente los domingos. Era la estabilidad de la pobreza.
Alan Greenspan, el antiguo director del Sistema de la Reserva Federal, justificaba las riesgosas libertades del sector financiero norteamericano, argumentando que los estadounidenses habían hecho un pacto con la prosperidad. Ese pacto, por supuesto, conlleva riesgos. En 2007, Greenspan publicó su famoso libro La edad de la turbulencia.
Ahora estamos sacudidos por las mareas de la turbulencia financiera, un ciclón que ha arruinado a muchos magnates.
El emigrante español dejó familia en Santo Domingo; murió tranquilo sin ver trastornos en su mundo hipotecario, pues la moneda dominicana se mantuvo estable. ¡Valía lo mismo que el dólar o casi! El ciclón de San Zenón, que daño las casas del emigrante, obligándolo a regresar al trabajo, sirvió también para estabilizar el gobierno de Trujillo.
El negocio de las hipotecas, que estabilizó al emigrante, originó el huracán que arrasa hoy las economías más poderosas. Pobreza y riqueza, estabilidad y turbulencia, se suceden como películas trágicas.