A PLENO PULMÓN
Estadísticas y gestes

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Todo el mundo reconoce la genialidad de Aristóteles, el pensador más grande de la antigüedad, creador de la lógica tradicional.  Pero a nadie se le ocurre consultar un tratado de Aristóteles para resolver un problema concreto de nuestra época.  Aun reconociendo que sus pensamientos nos evitan caer en “costosos errores” metodológicos, sabemos que es un filósofo de hace 24 siglos, un gigante del pasado; simplemente, tomamos en cuenta el marco histórico de ese genio extraordinario.  Y lo mismo ocurre en el campo de las ciencias.  Einstein, considerado una mente excepcional para la física y las matemáticas, también está “condicionado” históricamente.  Los nuevos investigadores en astronomía y cosmología mencionan al creador de la teoría de la relatividad como “último eslabón de la física clásica”.

 La grandeza de cada hombre ha de medirse con los raseros de su tiempo.  No podríamos volar en el “helicóptero” de Leonardo de Vinci, genio polifacético del Renacimiento.  Con los autores de teorías políticas y económicas no ocurre igual; se siguen citando “a la letra” como si estuviesen vigentes en su integridad.  Carlos Marx es el mayor ejemplo de esa actitud mental.  Este gran economista alemán falleció en 1883.  En ciertos círculos académicos se le trata con el mismo respeto que a un profeta bíblico.  Para algunos grupos radicales es un semidios intemporal.

 ¿En qué consiste el saber de los economistas? Marx, como explica Joseph Schumpeter, fue un filósofo, un sociólogo, un economista, un profeta político.  Los economistas contemporáneos dejaron de ser filósofos; acotaron un territorio más reducido para sus investigaciones, con sobrada razón.  No excluyeron “la sociología”, pero la consideraron un área no estrictamente económica.  La economía comenzó llamándose “economía política”; en algún momento perdió el apellido y empezaron a llamarla “economía” a secas.

Hay economistas a quienes sólo interesan “las cifras”.  Claro está, saben que esos números de las estadísticas “se refieren” a las sociedades; tocan los ingresos, el trabajo, la comida, de millones de personas.  Los modelos matemáticos de economía son, necesariamente, abstractos; los nuevos economistas pueden fácilmente olvidar la gente “representada” en los valores del comercio exterior, el volumen del crédito bancario.  A veces, en lo que ellos estudian curvas comparativas, patrones gráficos, incuban silenciosamente las revueltas sociales.

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