A PLENO PULMÓN
Estornudación colectiva

<STRONG>A PLENO PULMÓN<BR></STRONG>Estornudación colectiva

En un hotel de Cartagena de Indias asistí a una conversación entre dos dominicanos que participaban allí en una conferencia internacional de cuyo objetivo no tengo recuerdos.  Pero sí recuerdo bien el tema de su conversación.  Uno de ellos, paladeando un whisky con hielo, dijo con gran seguridad: cada vez que uno estornuda se siente despejado de la mente, como si hubiese expulsado las “bacterias de la estupidez”.  -¿Quién te ha dicho que existan bacterias que causen estupidez? -¿Te atreves a sostener que la estupidez es hereditaria?  Ese es un prejuicio viejísimo, algo que creían nuestros abuelos.

-Don Alejandro Woss y Gil, quien fue Vicepresidente de la República Dominicana, afirmaba que había tres clases de individuos brutos: brutos de madre, brutos de padre y, finalmente, brutos de padre y madre.  De ahí se sigue que la estupidez es un “problema” hereditario.  Estaba convencido de que la estupidez era incurable.  –Tanto tú como el señor Woss y Gil están equivocados.  Yo he conocido, en los años cincuenta, a los dirigentes de la Secta de los Estornudos.  Se reunían de noche en un sótano de la calle Emiliano Tejera, cerca de las ruinas de la iglesia de San Francisco.

 Se arrancaban pelos de la nariz para provocar “estornudos salvadores” que les ayudaran a “arrancarse” los prejuicios de la cabeza.  Los prejuicios –decían- bloquean la inteligencia creadora, impiden la “abolición de la estupidez”.  A veces se congregaban en las ruinas a practicar “ceremonias de ascenso de grado”.  A medida que avanzaba el entrenamiento en “estornudación colectiva”, alcanzaban “grados de perfeccionamiento”: en sagacidad práctica o en inteligencia teórica.  Entendían que así como se tupe la nariz, también se tupe el cerebro.  Los prejuicios son “organismos” que se desarrollan en el caldo de cultivo de las costumbres tradicionales.

Aquella noche, como siempre ocurre en Cartagena de Indias, hacía mucho calor.  Atribuí al calor y a las bebidas el rumbo azorante de la conversación.  Al día siguiente, a la hora del desayuno, el más viejo de los dos dominicanos comentó: ojalá que esta secta pueda ahora trabajar en Santo Domingo; Trujillo no los dejó desarrollarse.  Aspiraban a suprimir primero prejuicios individuales; entonces, combatirían prejuicios sociales mediante ejercicios de “estornudación colectiva”.

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