A PLENO PULMÓN
Estrujar al lector

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Cuando un escritor produce un texto bien “pensado”, bien “sentido” y bien “redactado”, es más que probable que sea leído, una y otra vez, tanto por personas muy instruidas como por gentes con poca o ninguna educación formal.  La absorción de un escrito de alta calidad por el lector común es un simple fenómeno de la atención.  El sujeto que lee queda atrapado por el sujeto que escribe.  En primer lugar, porque el escritor sumerge imaginativamente al lector en un trozo de realidad con “representación” tan eficaz que a éste le parece vivirlo. 

El escritor ha de partir del sustantivo, de la cosa misma que debe mostrar al lector.  “Substancia”  es una viejísima palabra con la cual los latinos tradujeron la palabra griega “ousía”, un invento ontológico de Aristóteles.  “Substancia” es algo que subyace tras lo aparente y que, por debajo del color y la forma, constituye “el ser” de cada cosa.  Así lo entendieron durante siglos los monjes medievales que crearon la filosofía escolástica.  Sustancia, sustantivo, substancial, substante, son hoy palabras de la lengua española que se usan para todo: desde la filosofía y la gramática, hasta la cocina, la política, el periodismo, la economía. 

El poder del substantivo – en el idioma y en la realidad – es incontrastable.  Nadie puede escapar a la presencia inmediata de la piedra, de la flor, del peligro o la belleza.  El hombre  – la mujer – atiende un escrito por la misma razón que atiende al automóvil que puede arrollarlo.   La realidad desnuda genera en nosotros un estado de alerta o apertura “atencional”. 

 Algunos escritores no se atreven a mirar la realidad de frente.  Soslayan lo real para no sufrir la conmoción intima de su impacto.  Unamuno decía que existen personas que “se dedican a contarle las cerdas al rabo de la esfinge en vez de mirarla a los ojos”.   De este modo eluden las astas del toro de la realidad mediante un capoteo artificioso.  A esto se llama andar por las ramas y no tocar tierra.  Pero no hay árbol que no tenga las raíces enterradas; el tronco sostiene ramas y hojas porque está anclado en la tierra, que es fundamento, base o apoyo de todas las cosas. 

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