A PLENO PULMÓN
Ética del físico atómico

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El próximo 2 de agosto se cumplirán 70 años de la redacción de una famosa carta dirigida al Presidente Roosevelt en 1939, recomendándole organizar la investigación sobre energía atómica. La carta llevaba la firma de Albert Einstein.  Varios físicos norteamericanos de entonces estaban convencidos de que en Alemania se trabajaba activamente en la fabricación de bombas a base de energía nuclear.  Dos de ellos, Leo Szilard y Edward Teller, propusieron a Einstein escribir la carta.  Suponían que Hitler podía estar a punto de poner a prueba esa clase de bombas.

Einstein envió la carta.  Era la más prestigiosa figura de la ciencia física, profesor en las universidades de Praga, Berlín, Princeton, ganador del Premio Nobel en 1921.  Como consecuencia de ello, los Estados Unidos comenzaron el célebre “Proyecto Manhattan” y lograron fabricar bombas atómicas.  El 6 de agosto de 1945 una de estas bombas destruyó la ciudad japonesa de Hiroshima; otra, tres días más tarde, reventó sobre Nagasaki.  Esas catástrofes ahora cumplirán sesenta y cuatro años.  Pocos meses antes de morir, Einstein manifestó su arrepentimiento por haberla firmado. Einstein dijo a su amigo el químico Linus Pauling, -Premio Nobel en 1954- : “yo cometí en mi vida un gran error cuando escribí la carta al Presidente Roosevelt en que le recomendaba la producción de la bomba atómica”.  Parece que los alemanes no estuvieron nunca cerca de producirla.  Muchos científicos: físicos, matemáticos, expertos en balística, no tenían “entusiasmo” en trabajar para Adolfo Hitler.  Abrigaban en su  interior escrúpulos de conciencia conectados con el uso final que se daría a los descubrimientos sobre la estructura de la materia.

Los intelectuales especializados en la física del núcleo descubrieron que sus investigaciones podrían tener aplicaciones militares.  En el laboratorio de Los Álamos estos técnicos trabajaban con vigilancia militar, rodeados por una cerca electrificada.  No era ya el viejo laboratorio inspirado en la gratuita búsqueda del conocimiento.  Entonces surgió una conflictiva forma de compromiso ético.  Por encima de la específica nacionalidad del científico, o de los intereses políticos del momento, colocar la conveniencia de todos los hombres del mundo; o del conjunto de los seres vivos.  Robert Oppenheimer negó por ello su concurso a la fabricación de bombas de hidrógeno.

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