A PLENO PULMÓN
Excesos de la palabra

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El doctor Julio César Castaños, presidente de la JCE, me ha pedido que diga unas palabras en la puesta en circulación de su libro “Palabra & poder: abogados”.  Estimulado por la lectura de los diversos textos que componen el volumen, y porque el tema central toca íntimamente a los periodistas, me dejé arrastrar a los “abismos intelectuales” a que conduce la palabra.  Muchos filósofos se han preguntado si con las palabras del idioma es dable expresar enunciados validos, a los que podamos lícitamente llamar “conocimientos”.  Los lingüistas de los últimos sesenta años transitan de nuevo por esos caminos olvidados, llenos de maleza verbal, paralogismos y doctísima tontería.

Los abogados defienden reos, esto es, acusados ante tribunales por delitos que no han sido probados.  Sólo después de sentencia condenatoria de un juez puede decirse de un reo que es un convicto.  Por su destreza en la argumentación jurídica los abogados logran, ocasionalmente, que se condene a un inocente y que se absuelva a un culpable.  Este es uno de los peligros a que estamos expuestos por obra de la magia discursiva.  El uso eficaz de la palabra no siempre está al servicio de las mejores causas.  Lo mismo en la política que en la abogacía, el periodismo, o la literatura.

A la disciplina de los expertos en discusiones se le llama “erística”.  Disputa y argumentación componen el arte magno de los abogados.  Gracias a Dios, el doctor Castaños comienza con una frase del gran jurista  alemán Ihering: “Espada sin balanza es fuerza bruta; derecho sin espada es impotencia”; y termina su libro con una invocación de las palabras de Jesús crucificado: “Todo se ha consumado”.  Religión y derecho deben, pues, vigilar los excesos de la palabra.

Para los periodistas, polémicas, discrepancias, son meros incidentes del oficio.  El arte de la comunicación periodística es, por supuesto, un arte de la palabra.  Sus efectos principales no dependen de la argumentación y la retórica, sino mas bien de la información rigurosa y escueta; o de comentarios en los que no se trate de “mi defendido”.  Los defendidos de los periodistas deberán ser todos los lectores: la sociedad en conjunto. Paro, hasta mañana; no dispongo de espacio para más palabras.

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