A PLENO PULMÓN
Facilidades excesivas

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En 1964 Julián Marías me escribió una carta desde Puerto Rico, de la cual publiqué un párrafo en “La feria de las ideas”. Aparece en el ensayo titulado: “En el país de los ciegos ningún tuerto es rey”.  En ese pasaje de la carta, Marías explica: “Todo cuanto usted dice de la cultura española y de la situación de los países hispanoamericanos es muy justo.  El otro día di aquí una conferencia sobre “La realidad de Hispanoamérica” y me refería a esa falta de presión social, a ese exceso de facilidades y tentaciones, a la falta de estimulo riguroso, que hace que tantos jóvenes inteligentes, con vocación inicial, que prometen mucho, no lleguen a “madurar” y se queden, cuando tienen 40 o 50 años al nivel que tenían a los 30”.

La larga vida de Julián Marías fue una suma de dificultades.  Nació en Valladolid en 1914; murió en Madrid en 2005, a los 91   años.  En 1936 comenzó la guerra civil española; Marías, con 22 años entonces, se enroló en la lucha de los republicanos.  A causa de extremada miopía, no fue enviado al frente militar; permaneció adscrito a las oficinas de traducción de inglés, francés, alemán, tres lenguas que conocía.  Primera limitación física: ser “un estudioso miope”.  Eso no impidió que aprendiera griego y latín.  Terminó la licenciatura en filosofía en 1936; sus maestros fueron Ortega, Zubiri, García Morente.

Julián Marías no pudo ser profesor en la universidad donde hizo el doctorado.  Su tesis fue “rechazada”, durante nueve años, por razones políticas.  Sobrevivió a base de conferencias, artículos en “la prensa extranjera”, publicaciones de libros, traducciones.  El generalísimo Francisco Franco lo consideraba “un enemigo del gobierno”.  Así le calificó al ser escogido miembro de la Real Academia Española.

Marías tradujo “Introducción a las ciencias del espíritu”, de Wilhelm Dilthey, libro publicado con prólogo de Ortega.  Tradujo también  “Política” de Aristóteles y “Ética nicomaquea”, en colaboración con María Araujo.  El gran maestro Julián Marías no logró “integrarse” a la universidad por negarse a jurar respetar los “Principios Fundamentales del Movimiento Franquista”.  Para este hombre excepcional casi nunca hubo facilidades; vivió y escribió sometido a un montón de dificultades.  Superó todos los obstáculos.

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