A PLENO PULMÓN
Festejar sin chivos

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La Academia Sueca acaba de galardonar a Mario Vargas Llosa con el Premio Nobel de Literatura 2010.  El poeta mexicano Octavio Paz lo recibió en 1990; el novelista español Camilo José Cela, en 1989; el colombiano Gabriel García Márquez en 1982.  Nuevamente el prestigioso premio literario se concede a un escritor de lengua española, uno de los idiomas más hablados y estudiados en el mundo de hoy.  Todos ellos expresan, a través de sus obras literarias, pensamientos y valores de gentes que hablan español. 

Vargas Llosa es un acabado escritor, un verdadero hombre de letras.  Su trabajo como narrador se extiende a lo largo de más de 40 años. “La ciudad y los perros” (1963); “Conversación en la catedral” (1969); “La guerra del fin del mundo” (1981); “La fiesta del chivo” (2000), pueden considerarse hitos de su historia de novelista.  Ha publicado otras novelas que no mencionamos por razones de economía verbal; y también ha escrito numerosos ensayos de crítica literaria: acerca de Flaubert, “La orgía perpetua”; sobre García Márquez, “Historia de un deicidio”.  Ambos estudios son muestra admirables de su talento, poder de observación y rigurosa formación cultural.

Agreguemos enseguida que Vargas Llosa ha aprendido varias lenguas, cuestión fundamental para disfrutar los diversos matices de la literatura universal.  No es “un autodidacta”, como han sido muchos magníficos escritores en todo el mundo.  Algunas veces los conocimientos formales del erudito pueden “aplastar” la imaginación del escritor-artista.  Felizmente,  no es ese el caso de Vargas Llosa, quien mantiene en todo momento el equilibrio entre las potencias racionales y las fantasías creadoras.  Puede escribir largos ensayos críticos, breves artículos de periódico y complejas narraciones artísticas. 

Sus comentarios a 35 famosas novelas, publicados bajo el título: “La verdad de las mentiras”, están repletos de brillantes observaciones y reflexiones, donde ciudadano y escritor aparecen íntimamente ligados.  La “disciplina laboral” de Vargas Llosa impulsó a Onetti a decir que tenía con la literatura una “relación conyugal”.  La suya, Onetti la calificó de adulterina.  Creo que “La guerra del fin del mundo es una obra extraordinaria.  Por ser dominicano no logro leer “pasivamente” “La fiesta del chivo”.  Trujillo es doloroso trauma de mi juventud.  Pero festejamos sin reservas tan merecido premio.

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