A medida que la gente va teniendo experiencia de vida y trabajo, va dejando de soñar despierto. Los jóvenes de la escuela primaria se hacen ilusiones. Creen que es posible doblegar las realidades amargas del mundo exterior; esto es, exterior a sus atolondradas cabezas. Poco a poco descubren que la realidad es resistente a nuestro deseos; no se deja modelar fácilmente, como si fuese arcilla en manos de un escultor. No es probable que nos quieran a pesar de nuestros defectos; ni siquiera es frecuente que nos acepten a causa de nuestras virtudes. Topan repentinamente con que la buena o mala suerte son ingredientes inexplicables de la existencia.
Aprenden después, dolorosamente, que los odios y los afectos no siempre tienen fundamentos racionales. Hay rencores, fobias y desdenes, que los psicólogos intentan explicar desde la infancia, la familia, la educación o la fisiología. Cualquier modo de entenderlas es incompleto, aventurado, dudoso. Rechazo y aceptación parecen términos inescapables del péndulo de la vida. Esta metáfora del péndulo la empleó delante de mí la cajera de un supermercado. Se refería, primariamente, a los altibajos en el amor y los negocios.
Los jóvenes estudiantes perciben sus asuntos personales sean económicos o sentimentales- como si se tratara de obstáculos gigantescos e infranqueables. Paradójicamente, suponen que los problemas colectivos podrían resolverse, con pocos esfuerzos, mediante la aplicación de alguna doctrina política, un principio administrativo; o actos puros de la voluntad de mandar. Estiman que los gobernantes no saben hacer las cosas como es debido; no son verdaderos gerentes de la cosa pública. Ya graduados, los antiguos estudiantes comienzan a bregar con las cosas del mundo: la gente, la política, el dinero.
Andando el tiempo llegan a ser funcionarios públicos. Entonces adoptan otros modales, otro léxico. Maneras y fraseologia muy parecidas a las de viejas épocas superadas. Las maravillosas narraciones de Cervantes son pendulares y contrapuntisticas. Sancho Panza y Don Quijote mantienen un peloteo entre realismo e idealismo. Los viejos estudiantes y olvidadizos idealistas, aconsejados por la sabiduría mantecosa de Teresa Panza, la mujer de Sancho, ya recitan versitos burlescos: Este mundo es un relajo/ en forma de gallinero, / quien está arriba en el palo/ se caga en el que está abajo.