A pleno pulmón
Habitantes realengos

A pleno pulmón<BR>Habitantes realengos

El crecimiento de la población y de la miseria está modificando el carácter de la vida urbana.  Los periódicos reflejan elementos aislados de esa transformación social.  Los sociólogos entreven que está en curso “un cambio cualitativo” en las costumbres de muchos jóvenes.  A veces los sacerdotes tocan campanas de alarma; ven en sus parroquias cosas que no entienden del todo. ¿Cómo es posible que estos muchachos vivan así? Ese estilo de vida conduce a la muerte prematura o a la prisión.  ¿Por qué rechazan las aulas, los evangelios, el trabajo regular?

 Como ocurre casi  siempre, “hombres de letras” son los primeros en observar conjuntos de hechos que, mucho después, explican o analizan los especialistas de las humanidades.  Antes que los antropólogos culturales hagan sus diagnósticos, poetas y novelistas ya han pintado el cuadro completo. A menudo el antropólogo trabaja guiándose de mapas elaborados por literatos.

  Estuve en el “Pabellón de la poesía”, en la Feria del Libro, invitado a dictar una conferencia.  Allí conocí a José Ángel Bratini, escritor de 26 años, ganador del Premio de Poesía Joven  Feria del Libro 2012.  De su libro premiado: “El album-k”, copio la primera página: “Mi nombre es K,  Soy un ciudadano de esta realidad que se levanta con el polvo cotidiano.  Uno cualquiera que se toma un café a corto plazo y abordará un taxi rumbo al día que comienza a andar sobre las calles.  Tendré que fumarme la ciudad como todo el mundo y caminar de prisa, con un gesto de compromiso cayéndoseme del rostro.  Sin duda que sólo tengo el impulso de las horas más desesperadas.   Mejor será que no cruces tu mirada con la mía; yo he rayado el dolor con el grafito de las noches más amargas, he llegado donde todos alguna vez han creído llegar y he estado dispuesto a desmembrarme a filo de machete con el prójimo”.

  “No inventes. La calle esta cercada de leyes oxidadas que nadie puede leer y hay muchas letras K a punto de nacer.  Pero como yo, tu, ni nadie escucha, salimos y la cocaína brilla en la mirada[…] podrías tropezar con una bala; no oigas, no hables.  Somos ese legado de violencia alfabetizada en los callejones…”,

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