A PLENO PULMÓN
Hastío de los sustos

A PLENO PULMÓN<BR>Hastío de los sustos

Los hombres y mujeres que viven en nuestra época reciben algún susto todos los días.  Nos anuncian que subirán los impuestos o las tasas de interés o los precios de los “artículos de primera necesidad”.  Del costo de los de “segunda necesidad” no hablaremos esta vez, aunque sean,  realmente,  los más importantes desde “el punto de vista social”.  La “necesidad” de parecer lo que no se es, se convierte en “necesidad perentoria” para la clase media.  El susto del alto precio de los combustibles no les inhibe del consumo, ni cambia sus preferencias por yipetas de lujo.  Pero los alardes de bienestar incrementan los sufrimientos causados por los sustos sucesivos.

Habrá aumentos en los precios del petróleo, en las tarifas de la energía eléctrica.  También se nos recomienda que estemos pendientes de las tormentas y huracanes, de la posibilidad de inundaciones provocadas por las lluvias y la falta de drenajes.  Las advertencias pueden ser amarillas, anaranjadas o francamente rojas.   En materia meteorológica es posible elegir el color del susto.  Sin embargo, no ocurre así en lo que concierne a la “seguridad ciudadana”, que mejor sería llamar “indefensión pública”.  El famoso refrán “de este susto no muero yo”, tendrá que sufrir algunas modificaciones en el uso lingüístico.  Los sustos ya están matando viejos enfermos y jóvenes saludables. 

Hay sustos de todas clases: políticos, económicos, monetarios, judiciales, administrativos, meteorológicos, criminosos, policiales, impositivos.  Debemos aprender a vivir “de susto en susto”, sin recurrir a las brujas, al cardiólogo o al psiquiatra.  Sé de una pareja de ancianos que sufrió un susto mayúsculo: la casa donde han vivido durante veinte y cinco años, cuya hipoteca habían pagado religiosamente, tenía un “propietario” residente en Nueva York.

Ambos sobrevivieron a este susto burocrático-administrativo porque conservaron los documentos catastrales originales y los recibos de pago de las amortizaciones del préstamo hipotecario.  Eran unos viejitos “organizados y rutinarios”.  Pudieron por ello defenderse de las falsificaciones de títulos de propiedad.  Poco antes de la caída de Trujillo la gente empezó a “cansarse de tener miedo”.  Ese cansancio estimuló la oposición al régimen.  Cuando nos sintamos “cansados de estar asustados”, tal vez esté cerca el “día de resurrección”: el de organizar movimientos públicos contra sustos.

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