A PLENO PULMÓN
Hoyo negro literario (2)

A PLENO PULMÓN<BR>Hoyo negro literario (2)

Cuando la mujer que hablaba desde la reja cerró la ventana, empecé a oír ruidos explosivos repetidos.  Parecía que estaban demoliendo algún edificio cercano.  Pero las causas de ese sonido de avalancha eran truenos consecutivos de mal tiempo.  Rompió a llover; enseguida aguas gruesas inundaron el callejón de la iglesia.  Abrí el paraguas y crucé la plaza corriendo para guarecerme en la sacristía. Llegué con zapatos y medias enchumbados; el pantalón estaba mojado hasta la rodilla.  Me percaté de que dentro de la iglesia había un gran alboroto; se escuchaban voces y gritos.

–¡Asaltaron al padre Venancio!  ¡Dios mío, a dos cuadras de la Iglesia!  Un jovencito con cara de catequista salió a la puerta para gritar a otro: ¡le quitaron el reloj y el dinero al padre!  Me acerqué para escuchar mejor.  –Fue un tipo con una gorra gris aplastada hacia adelante; le preguntó al padre: ¿busca a alguien, señor? Después lo agarró por el cuello y le amenazó con un cuchillo.  Lo conocen bien en la ciudad colonial.  Pasa la mayor parte del tiempo en la cafetería del Parque de Colón, charlando sin preocupaciones entre limpiabotas y billeteros.  –¿Por qué dicen que los ladrones no trabajan los días lluviosos?

Tan pronto amainó la lluvia salí a la explanada.  Cubierto por el paraguas di la vuelta a la iglesia.  En un banco de la plaza pública, bajo un frondoso árbol, dos hombres conversaban en voz alta.  –Acabo de hablar con un señor que parece interesado en comprar la casa de la señora que no abre la puerta.  Tal vez ande buscando hacer amistad con esa mujer.  Desde que le expliqué por dónde entra la sirvienta y el cartero, me preguntó si ella recibía muchas cartas.  –Tal vez sea investigador privado o quizás  policía encubierto.  –Podría ser periodista o un simple vendedor de bienes raíces.

–Si ella recibe tantas cartas y paquetes, deberíamos hablar con el cartero.  A lo mejor le envían dinero en cheques.  Podemos acogotar al cartero o sobornarlo.  –El problema está en la vieja chismosa vecina, que lo ve todo desde arriba.  Y ahora este hombre; conoce de viejo la casa, pues se dio cuenta de que la cerca es más alta.

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