A PLENO PULMÓN
Hoyo negro literario (3)

A PLENO PULMÓN<BR>Hoyo negro literario (3)

Al oír esta conversación me embocé lo mejor que pude con el paraguas, crucé rápidamente a la otra acera y caminé hasta la puerta del arzobispado.  Entré; me recibió una secretaria muy amable.  –No suelte el paraguas, señor; parece que va a seguir lloviendo.  ¡Dios mío, tiene la ropa empapada!  Dígame en qué puedo ayudar.  –Quiero saber el nombre del cartero que trae siempre la correspondencia de ustedes.  –Pues no sé como se llama.  Es un hombre con un bigotico; le falta un diente.  Déjeme preguntar.  ¡Inmaculada, ven un momento!  ¿Cómo se llama el cartero, el del bigote recortado que viene aquí?  –Son dos; también hay un gordo, que usa un macuto de piel.  El flaco se llama Silvestrico.

 Inmaculada miraba inquieta a la recepcionista, sorprendida por la pregunta; después reparó en mi ropa mojada.  –No creo que hoy venga el cartero con tanta agua.  ¿Cuál será el apellido de Silvestrico?  He oído decir que su padre era cartero en tiempos de Trujillo, un experto en violar correspondencia privada.  Creo que su apellido es Muñoz.  Al otro, al gordo, le dicen Campana.  Entre ellos dos reparten todas las cartas de esta zona de la ciudad vieja.  –Son figuras conocidas, añadió la secretaria recepcionista.  –¿Se le han mojado o extraviado algunas cartas? –No; nada de eso.  Indago por cuenta de una señora del vecindario.

Al momento de despedirme de  las dos mujeres había escampado. –Está aclarando ya; dijo Inmaculada; no deje de preguntar en la oficina de correos; ahí podrían darle todos los datos acerca de Silvestrico y Campana.  Entonces fui derecho a la casa de Pretexta con la esperanza de ver, otra vez, las tupidas trinitarias mostrando sus colores sobre la tapia.  Efectivamente; las floribundas plantas eran un espectáculo hermoso.  No había notado antes que también había flores blancas mezcladas con moradas y rojas.

–Oiga, señor; mire aquí, arriba.  Era la misma mujer que insultó bajo la reja el sujeto que me abordó.  –Ese hombre que le hablaba hace un rato es un delincuente.     –Se lo creo, señora; además, es un grosero.  –Sí, él me llama “mujer ventanera”.  –Por favor, señora; fíjese si el cartero que viene a esta casa tiene bigote o es gordo.

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