A PLENO PULMÓN
Hoyo negro literario (5)

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El cartero dejó el sobre en las manos de Amantina y trepó enseguida a la motocicleta.  –Por Dios, Lucinda; y si ella no abre la puerta ¿cómo podremos entregar la carta.  –Sí, es verdad; además, no debemos quedarnos con unos documentos ajenos.  –Este sobre fue devuelto porque el destinatario ya no vive en esa dirección de España.  Pretexta lo envió hace casi tres meses, como se ve en los matasellos.  –Definitivamente, no podernos asumir la responsabilidad de entregar esta carta.  –Si la deslizamos por debajo de la puerta con este tiempo, se mojará completamente.  –El cartero ya va lejos, Amantina.

La mujer de la bata de flores intervino desde la ventana.  –Si ustedes lo permiten yo me encargaría de darle la carta a la sirvienta de mi vecina cuando ella llegue, el lunes. –¿Usted puede bajar a buscarla? –No estoy presentable; no voy a salir en bata, sin ropa interior, ni nada.   –Entonces, ¿qué hacemos?  Echen la carta en la boca de la escalera; yo la recojo después.  –Amantina, ¿cómo se llama el hombre de España al que Pretexta le envió la carta? –Ahora lo leeré cuidadosamente, Lucinda.  Amantina, con las gafas puestas, empujó la puerta del zaguán y colocó la carta en la escalera. 

 Las mujeres echaron a andar calle arriba tomadas del brazo.  –¡Que desatenta es Pretexta! Ella sabía que iríamos a visitarla cualquier sábado.  O está loca o se ha puesto arrogante –Viste, la señora de enfrente vigila semidesnuda todo lo que pasa en la calle.  –El día ha sido un fracaso.  Llama esta noche al hermano de Pretexta y cuéntale el desplante que nos acaba de hacer. 

 Tan pronto Amantina y Lucinda doblaron la esquina, la mujer ventanera se precipitó escaleras abajo.  La bata de flores provocó un ventarrón que hizo bajar el sobre dos escalones; pero ella empuñó la carta y cerró la puerta.  Abanicándose con la carta, fue a la cocina a poner una olla de agua en la estufa.  –Aunque se humedezcan los pliegos, de aquí al lunes estarán secos, murmuró la ventanera.  Cuando el agua empezó a hervir, acercó el sobre al borde de la tapa de la cacerola.  Para ir ablandando el pegamento con el vapor.

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