A PLENO PULMÓN
Huérfanos adultos

A PLENO PULMÓN<BR>Huérfanos adultos

Un estudiante de medicina recibió en el consultorio del Hospital Padre Billini   a una señora que tenía cerca de ochenta años de edad.  El estudiante preguntó: ¿Qué le pasa, señora?  ¿Me puede decir qué se siente? La mujer, que vendía dulces por las calles en una bandeja de madera, contestó: “es que soy una pobre huérfana”.  El practicante de medicina echó a reír al ver una “huérfana” tan vieja.  Nos parece que solamente los niños pequeños pueden llamarse huérfanos cuando pierden a sus padres.  La orfandad es un desvalimiento durante la edad en que se necesita mayor ayuda de los adultos.

Lo más natural del mundo es que los padres sean enterrados por los hijos.  Un hijo adulto que pierde a su padre no debería ser calificado de huérfano.  Aunque a veces la presencia amorosa de padres y madres sea un “estabilizador emocional” para hijos que ya sostienen económicamente a sus progenitores.  La mayoría de los hombres ve morir a los padres cuando no está en condiciones de ser, propiamente, un huérfano. 

Tal vez la señora que acudió al consultorio del hospital público no pensaba en su situación personal sino en la indefensión general en que viven los pobres que no tienen  familiares que les protejan.  El problema que confrontan en la actualidad los ciudadanos todos –pobres y ricos- es que las autoridades encargadas del orden público no pueden asistirles en un montón enorme de ocasiones.  Robos y atracos se cometen delante de los encargados de prevenirlos.

Desde este punto de vista los habitantes de las ciudades pueden considerarse “huérfanos adultos”.  No consiguen defenderse de los asesinos a sueldo, de abusos policiales, del desorden del tránsito de vehículos.  Atracadores y ladrones cuentan con la impunidad que a menudo les conceden los “responsables de mantener el orden”.   Un choque mínimo de automóviles, en el que se rompa un espejo retrovisor lateral, puede terminar a tiros y producir heridos y muertos.  No se trata, en estos casos, de orfandad personal e infantil; es un gravísimo asunto colectivo que “segrega” angustia, inseguridad, incertidumbre.  ¿Qué son las garantías constitucionales? ¿Qué es el poder coercitivo del Estado? Entre los habitantes de Santo Domingo hay muchos que se sienten huérfanos adultos.

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