A PLENO PULMÓN
Ideas novelástricas

<STRONG>A PLENO PULMÓN<BR></STRONG>Ideas novelástricas

Las novelas contemporáneas comienzan, continúan y acaban, sin que podamos decir con propiedad que han tenido “introducción, nudo y desenlace”.  El novelista puede hacer “un corte” en la vida de una mujer joven; por ejemplo: desde que subió a un autobús, donde habló con un  hombre sobre sus proyectos para el próximo año, hasta que bajó del vehículo, frente a su casa, y se desplomó fulminada por un infarto.  El marido la vio caer desde la ventana.  Este trozo de vida es una sección pequeñísima de lo que ocurre todos los días en cualquier ciudad.  No es necesario saber cuándo nació, en qué escuela estudió, ni si los padres fueron cariñosos con ella durante la niñez.

Esto último sería muy importante para la antigua “novela psicológica”, interesada en la concatenación o trayectoria de una vida completa.  En el mundo actual, determinado por imágenes desarticuladas, parciales, fragmentarias, que “recibimos” a través de la radio y la televisión, “no exigimos la integridad”.  El desarrollo de la cinematografía modificó la manera de percibir las “historias personales”.  Los periódicos agrupan en la misma página las noticias relativas a un tema específico: impuestos, drogas, comercio.  La conexión entre ellas puede ser remota o estrechísima.   El lector “descubre” las vinculaciones entre unas noticias y otras.  Así ocurre en los “encuentros” de la vida y con las novelas nuevas.

Desde la puerta de su casa, en una estrecha calle de la ciudad colonial, una jovencita pregunta a un “señor mayor”: –¿usted es el periodista?  –Si, así es.  –Mi padre lee siempre lo que escriben los periodistas;  yo no leo mucho pero veo su nombre y su cara al lado de las caricaturas; por eso lo reconocí.  –Gracias, señorita, ha sido muy amable.  Al despedirse, el “señor mayor” echó a andar sin notar que, en la acera opuesta, una señora madura miraba complacida su conversación con la jovencita.

El “señor mayor” se detuvo en la cuadra siguiente; circulaba un camión enorme que casi no cabía en la callecita.  –¿Conoce usted a esa señorita con la que hablaba hace un minuto?  El periodista miró sorprendido a la señora que le interrogaba.  –No la conozco.  –Lo alcancé, señor,  para saber si quería acostarse con ella.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas