A PLENO PULMÓN
Indignados amarrados

A PLENO PULMÓN<BR>Indignados amarrados

A pesar de todos los sufrimientos que confrontan los seres humanos desde que nacen, la vida es el “valor radical”; en ella echan raíces los demás valores: el bien, la belleza, el placer, la justicia y, en ocasiones fugaces, la verdad.  En nuestra época de tecnologías aplastantes existen armas que nos matan sin que lo advirtamos.  Hay fusiles cuyos proyectiles viajan con más rapidez que el sonido; antes de que oigamos el disparo, ya estamos muertos.  No hablemos de gases, ondas sonoras, radiaciones, que son recursos de guerra aún más sutiles y mortíferos.  No obstante, la vida “se prefiere” sin que medie un segundo de vacilación.

Estamos obligados a vivir “a como dé lugar”, en cualquier caso,  incluso en las más sórdidas circunstancias.  Y ese es uno de los mayores problemas de nuestro tiempo.  Podemos ser lanzados en lodazales de infamia.  Los maleantes disponen de técnicas y armas con las cuales establecer el terror entre los habitantes de las ciudades.  El dinero sucio pervierte las reglas del derecho, corrompe a los dirigentes políticos; el poder público es a veces incapaz de modificar esta penosa situación.  De los habitantes se espera la sumisión incondicional.  Es tan grande el poder inhibitorio del miedo, que la sociedad completa puede quedar de rodillas.

Sin “estar vivos” no podríamos disfrutar de los paisajes del amanecer que entran por los ojos; haber gozado del perfume de las flores, del sabor de los alimentos bien sazonados, nos ata a la vida firmemente.  Los sentidos nos clavan a la tierra como árboles parlantes.  Los barones de negocios turbios saben que montones de personas comunes y corrientes no tienen medios con qué defenderse de las agresiones.  Con frecuencia abusan de dichas debilidades.  En algunos países, ciertos políticos, aprovechan esta “atmósfera perturbadora” para ejercer presión sobre una población que “apuesta” por la sobrevivencia.

Eso hemos visto ya en Egipto, Túnez, Yemen, Siria, Libia.  Vivir en relativa libertad debe considerarse algo excepcional.  Periodistas y académicos se han acostumbrado a las libertades públicas.  A medida que se limitan las ventajas de la seguridad social, a causa de las crisis económicas, también se encogen viejas garantías institucionales, civiles,  políticas.  Podemos muy bien indignarnos; pero vivimos indignados y amarrados.

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