¿Dónde se han escondido los justos? Dondequiera que miremos sólo toparemos con injustos y pecadores. Estas palabras desencantadas procedían de la boca de un viejo arrugadísimo que caminaba trabajosamente con ayuda de un bastón. El día que escuché esa frase estaba parado frente a la Casa del Tapado, en la ciudad colonial de Santo Domingo. Quería ver cómo avanzaban los trabajos de restauración de esa vivienda, emprendidos por su propietario, el doctor Abelardo Piñeyro. El patio interior de la casa era un almacén de ladrillos y vigas de caoba; me recibieron dos perros muy viejos, con el pelaje desprendido en algunas partes del lomo.
Uno de los perros se recostó de la pared del brocal de un pozo e intentó ladrar; el ladrido se convirtió en sofocado graznido mezclado con tos. El perro ya no tenía fuerzas para ladrar con la dignidad propia de su raza. ¿También este perro es del siglo XVI? Pregunté al dueño de la casa. Sonrió, espantó los perros y preguntó a su vez. ¿Qué te ha dicho el viejo del bastón que está ahí afuera? Dijo que en la ciudad antigua no se puede vivir en paz; que los drogadictos no cesan de robar; necesitan dinero para comprar cocaína y ron.
Está irritado porque las plazas se han vuelto mercados de prostitución homosexual. ¿Dónde se va uno a sentar a disfrutar del fresco por las tardes? repetía. Y lo peor es que a los habitantes del lugar no les importa. Discotecas, homosexuales y drogas, son partes del negocio turístico. El casco histórico colonial se promociona como área de libertinaje absoluto. Las primeras calles del Nuevo Mundo son ahora el asiento de una ciudadela prostibularia. Las estatuas de Ovando, Colón y Montesinos, parecen proxenetas de bronce que vigilan la marcha del burdel.
Afirma que los cambistas operan enfrente de la catedral Primada de América, que circula moneda falsa norteamericana; se venden relojes falsificados que no sirven para nada; el único reloj verdadero que queda es el reloj de sol instalado por el gobernador Rubio y Peñaranda. Lo último fue: no tengo fuerzas para gritarlo, pero la verdad es que no veo hombres justos por ninguna parte; sólo hay injustos y pecadores.