Los preparativos para relanzar el Listín Diario comenzaron, como es de rigor, muchos meses antes de agosto de 1963. Todas las fases y procedimientos de artes gráficas serían nuevos: la composición se haría en frío. Máquinas Justo writer, marca Friden, realizarían automáticamente la justificación de textos por ambos márgenes; los titulares se confeccionarían con discos plásticos de Phototypositor, un método fotográfico en el que no se empleaban tipos de plomo; las páginas enteras no requerirían matrices de impresión directa; serían negativos fotográficos producidos por una cámara fotomecánica horizontal.
La impresión en una prensa offset Harris trasladaría las imágenes al papel, de manera indirecta, a través de una mantilla de goma. Todos estos asuntos eran entonces técnicas nuevas poco conocidas en RD. Carlos Alberto Ricart, presidente de la editora que revivía, era un decidido partidario de las innovaciones; Rogelio Pellerano, tesorero, tenía particular interés en una contabilidad rigurosa, en que los almacenes de materias primas contaran con tarjeteros de inventario perpetuo; Rafael Herrera, director del periódico, quien había ejercido el periodismo en Puerto Rico, soñaba con producir un buen periódico en una atmósfera social libre, democrática.
Esta combinación de técnicas avanzadas, administración exigente y buenas prácticas periodísticas, fue esencial para el éxito posterior del diario y su consolidación en el mercado. Las máquinas nuevas que menciono aquí han sido superadas hace décadas por las tecnologías de computación. Ahora son restos fósiles de artes gráficas. Pero el Listín Diario, a los 121 años de su fundación, es una marca prestigiosa que ninguna vicisitud económica o política ha conseguido opacar.
Juan Bosch ganó las elecciones en diciembre de 1962, tomó posesión en febrero de 1963 y fue derrocado en septiembre del mismo año. Bosch regresó de México pocos días antes del golpe de Estado. Francisco Comarazamy, Federico Henríquez y otros periodistas, llegaron ese día en el mismo avión. Muchos empresarios de entonces trataron de apoyar al nuevo presidente, quien había permanecido 23 años fuera del país. Todos: empresarios, profesionales, periodistas, viejos y jóvenes, desconocíamos las actividades de Bosch en Cuba antes del ascenso de Fidel Castro. La dictadura de Trujillo había bloqueado lo referente a Juan Bosch, un enemigo del régimen. En esos tiempos vivíamos alimentados por rumores.