A PLENO PULMÓN
Intrahistoria local (6)

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El avión militar en que viajó el Presidente Bosch a México no podía volar grandes distancias.  De Santo Domingo voló hasta Kingston, Jamaica, para abastecerse de combustible. Se avisó a los periodistas que no debían sacar las maletas; todos los pasajeros y tripulantes fueron a descansar, durante algunas horas, a un hermoso hotel de la cadena Sheraton.  Sobre terrenos arbolados, entre césped tupido y setos vivos, “brotaban” cabañas y “bungalows”.  El siguiente paso fue volar hasta Belice, en Honduras Británica.  En llegando al aeropuerto, caminé dentro de la aeronave para salir por la puerta de cola.  Quería echar un vistazo en las instalaciones turísticas de la terminal; solicitar folletos con la historia del lugar.  

Al pasar vi en el piso del avión una jaula con aves, custodiada por un oficial.  La jaula estaba hecha con barrotes torneados de caoba; el techo era de fibras de cana muy bien tejidas.  -¿Qué es eso, pregunté? –Es un regalo del Presidente dominicano al Presidente mexicano.  -¿Qué aves son? –Guineas, señor; hay que darles agua y comida para que no lleguen “en malas condiciones”.  Bajé la escalerilla y me dirigí derecho a la oficina de una línea aérea.  -¿Puedo usar un instante esa máquina de escribir?  Es una emergencia.  Escribí una nota, dirigida a Rafael Herrera, acerca del singular regalo que recibiría el Presidente López Mateos.

 Llamaron para que retornáramos a nuestros asientos, esta vez para  emprender camino hacia Mérida, Yucatán.  Tan pronto descendimos en Mérida busqué “los servicios cablegráficos” y despaché la nota escrita en Belice.  Desde el aeropuerto nos condujeron al Museo Yucateca de Antropología e Historia.  En la entrada del museo se mostraba al público una “estela” con relieves y jeroglíficos mayas.  El propio Bosch nos explicó el posible significado de estos monolitos llenos de figuras enigmáticas.  Algunos arqueólogos alemanes trabajaban entonces  en descifrar la escritura de los mayas.  Dentro del museo exhibían varias momias; fue la primera vez en mi vida que pude contemplar un cadáver momificado.

 Instalados ya en el Hotel María Isabel, en ciudad México, timbró el teléfono  en mi habitación; debía bajar al departamento de prensa, equipado con teletipos, porque había un mensaje urgente. Decía: “Favor confirmar “feature” guineas viajan con Presidente”.

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