A PLENO PULMON
Jubileo de los delincuentes

<STRONG>A PLENO PULMON<BR></STRONG>Jubileo de los delincuentes

Cuando se habla de atracos, robos o secuestros, la   gente pone cara de susto, abre los ojos como dos huevos.  Enseguida cuentan lo que le ocurrió a un vecino, a un amigo, a un pariente; e inmediatamente queda en claro que los delincuentes “se arreglan” con los policías o son ellos mismos policías, ex-policías, miembros de empresas de seguridad privada.  Son muchísimos los oficiales, de todas las ramas, que han sido “dados de baja deshonrosamente”.  El propio Presidente de la República ha comentado ya este problema mayúsculo.

La indefensión del ciudadano es tal que solo puede conducir a la depresión, a la carcajada nerviosa o a la “acción directa”.  Tres caminos determinados por el temperamento de cada ciudadano.  Decir que se trata de un asunto social no corrige nada; significa únicamente que es una dificultad colectiva; si se añade que es “un problema político” se topará con otra clase de imposibilidades: los partidos, la corrupción administrativa, el crimen organizado.

He visto que en muchos barrios de la ciudad se han establecido comités de vigilancia, brigadas de defensa.  Las protestas públicas por el alumbrado de las calles, o por el arreglo de vías y desagües, procuran llamar la acción del gobierno.  Cuando se opta por el comité barrial es que se ha perdido la esperanza en el poder y la responsabilidad de las autoridades.  Ciertamente, es una actitud peligrosa, lindante con la desobediencia civil.  Sin embargo, es una respuesta normal y previsible ante un callejón sin salida.

Algunos sacerdotes recomiendan el desarme de la población; organizaciones de la sociedad civil sostienen que las armas en poder del público “deben ser recogidas”.  Mucha gente cree que “debería ser así” pero que “no puede ser así”.  Los delincuentes celebrarían una semana de jubileo si contaran con el desarme de la población y la complicidad de “las fuerzas del orden público”.

Parece excesivo pedir a un oficinista que no tenga un machete, un “revolvito”, para defender precariamente a su familia.  Un garrote no requiere permiso de porte de la Secretaría de lo Interior.  Pero puede persuadir a un ladrón de que no se robe nuestro televisor o el vehículo con el que llevamos los hijos a la escuela. 

Publicaciones Relacionadas

Más leídas