A PLENO PULMÓN
La arena movediza

A PLENO PULMÓN<BR>La arena movediza

La sociedad dominicana padece hoy numerosos problemas: criminalidad e impunidad, en primer lugar; educación, producción, organización, son los nombres de otras dificultades colectivas.  Todas ellas bien conocidas y comentadas con frecuencia.  Sin embargo, la inmigración continua de desempleados haitianos, siendo masiva, se comenta muy poco. 

Alrededor de este tema existen prejuicios de varias clases.  Algunos se inhiben de tocar el asunto para no parecer xenófobos y evitar ser tachados de “promotores de odio racial”.  Hay quienes consideran que ese tema es “arena movediza de la política internacional” donde podría hundirse para siempre cualquier “funcionario local”.  Nada ha sido más laborioso que la Ley de Migración, excepto su propio reglamento.

El primer artículo de “A pleno pulmón”, titulado “Poner pañales a la convivencia”, daba a conocer una novísima técnica agrícola dirigida a mantener durante más tiempo la humedad del suelo; se trataba de fibras absorbentes parecidas a las de los pañales para niños que llaman “Pampers”.  Quizás estos métodos ayuden a incrementar los cultivos agrícolas en Haití; por tanto, a mejorar la alimentación de sus habitantes.  Con motivo del terremoto que causó cientos de miles de víctimas en Puerto Príncipe, escribimos acerca de la necesidad de ofrecer socorro inmediato al pueblo vecino.

En otras ocasiones hemos optado por presentar simples datos históricos y sociográficos a la “comunidad internacional”.  Ese fue el caso de nuestro artículo “El país fronterizo”.  Las buenas intenciones de los extranjeros se estrellan a veces en los arrecifes de convicciones profundamente arraigadas en la cultura de los haitianos.  Hemos apuntado que las acusaciones de “esclavismo” no son compatibles con las exigencias por obtener residencia permanente en el lugar donde –supuestamente- son esclavizados los inmigrantes. 

“Residencia y esclavitud” es el título del escrito aludido.

Las ONG, al servicio de refugiados, inmigrantes, damnificados por catástrofes, intentan persuadirnos de que debemos acoger a “sufrientes y desesperados”. Iglesias cristianas expresan parecidos discursos, basados en la piedad  y el amor al prójimo. 

Hay que añadir la presión de grandes países que no desean en su territorio inmigrantes sin educación ni dinero, a menudo enfermos.  Por intereses “nacionales” prefieren “que los reciban otros”.

Pero la realidad no puede escamotearse.  Solamente dominicanos “de abajo” se atreven a enfrentar la situación.

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