A PLENO PULMÓN
La calidad de la vida

A PLENO PULMÓN<BR>La calidad de la vida

“Ese anciano lo que necesita es mejor calidad de vida”. Oí decir esta frase a un médico en el Hospital General Plaza de la Salud.  El paciente era un viejo que avanzaba dificultosamente con ayuda de un andador.  Me explicaron que tan pronto le implantaran un aparato de prótesis en la cabeza del fémur, él podría caminar perfectamente. Tendría entonces “mejor calidad de vida”. Este punto de vista se aplica también a “enfermos terminales”. De estos últimos se dice: lo importante es que puedan vivir “lo mejor posible” los pocos días de vida que les quedan. Esos pocos días son “un resto” de la existencia que es preferible “aprovechar”.

La piedad cristiana, las costumbres establecidas, nos inclinan a pensar que ese “residuo” de la vida de un anciano merece ser vivido satisfactoriamente, aprovechado y disfrutado ¿Cuánto más importante es “el torso básico” de la vida de un niño o de un adolescente?  Un niño es “una promesa”, un valor humano cotizado “a futuros”.  El adolescente de la escuela primaria va en camino de convertirse en “hombre de provecho”, en parte de la “fuerza laboral activa”.  En general, sus perspectivas de vida no son “unos días” o pocos años.  Niños y adolescentes tienen” la vida por delante”, decían las abuelas.

 Todos merecemos “mejor calidad de vida”.  Y no la tenemos.  Para que la haya es preciso que existan: mejor calidad política, mejor calidad de la educación, mejor calidad en el trabajo, mejor calidad en la producción económica.  No disfrutamos de “seguridad ciudadana”, puesto que estamos a merced de asaltantes y delincuentes de todas clases; ayer, anteayer, el pasado viernes, anunciaron decomisos de toneladas de cocaína, aquí y fuera de aquí; al mismo tiempo, la economía dominicana ha crecido 4% en el primer semestre.

Con este crecimiento económico sería posible financiar muchos “instrumentos de prótesis” para mejorar la calidad de nuestra vida social.  La magnitud de los problemas exige un Centro de Rehabilitación mucho mayor que el prohijado admirablemente por doña Mary Pérez de Marranzini. Para fabricar allí piernas y brazos articulados –planes, programas, caminatas, vigilias– que nos permitan mejorar la calidad de nuestra vida política, del trabajo a realizar y de la producción de bienes exportables.

Publicaciones Relacionadas