A PLENO PULMÓN
La flora y la fauna

A PLENO PULMÓN<BR>La flora y la fauna

Siendo un adolescente acompañé a mi padre al cementerio para asistir al enterramiento de un viejo amigo de él.  Allí topé con la tumba de Rafael Moscoso Puello, botánico, hermano del doctor Francisco Eugenio Moscoso Puello, el celebrado autor de “Cartas a Evelina”.  Me llamó la atención la simplicidad y belleza de la tumba.  Era un rectángulo formado por un reborde de piedra negra; arriba, al centro, leí la lápida: “Rafael Moscoso Puello, naturalista”; entre la inscripción y el borde del rectángulo crecía una gramínea diminuta de color verde apagado.  Mi padre me dijo: “ese hombre hizo el catálogo de la flora dominicana”.

 Francisco Eugenio, médico y novelista, interesado en la historia dominicana, en las particularidades de nuestra sociedad, afirmaba que su hermano Rafael era feliz porque hacía investigaciones sobre la floración de las plantas; bregaba solamente con coníferas y gramíneas, no con hombres y mujeres.  La fauna humana es mucho más espinosa y urticante que toda la flora de las antillas.  Los malos hábitos de los pueblos son muy difíciles de extirpar.  No pueden combatirse con antibióticos.  La educación es un larguísimo entrenamiento que va transformando conductas y actitudes con extrema lentitud. Sin embargo, la primavera y el otoño operan sobre las plantas de manera astronómicamente previsible.

 En esta época, con motivo de los frecuentes chubascos, he visto paralizar numerosos trabajos “hasta que escampe”.  Y oído decir: “con tanta agua no se puede hacer nada”; también: “el día está bueno para un sancocho”.  Un personaje de “Ubres de novelastra”, sorprendido por la facilidad con que en las Antillas “se deja de trabajar”, esbozó una explicación sociográfica del fenómeno.

 El personaje “oyó contar en La Habana que un poeta de la isla de Santo Domingo recomendaba levantarse bien temprano en los días feriados.  Según él, un día sin trabajo era preciso “cogerlo por la punta”.   Un día de trabajo, por el contrario, debe comenzar lo más tarde que sea posible”.  Su interlocutor creía que todo se debía “a las formas de producción económica a que han estado sometidos los habitantes de estas islas”.  Culpaba al desempleo estacional, al “tiempo muerto”, propio de plantaciones.  “Los pobres escapaban temporalmente de la esclavitud” con rumba, ron y bongó.

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