Entre los asuntos más relevantes de la vida de hoy es obligatorio mencionar las drogas narcóticas, las bolsas de valores, los centros comerciales, los automóviles. Drogadictos y narcotraficantes están presentes siempre, aunque detrás de un biombo, sin exhibirse demasiado. Las bolsas, donde cotizan las acciones de grandes empresas y el valor de las monedas, influyen sobre la vida de todos; sin embargo, para el hombre común no tienen la fuerza presencial de los centros comerciales o de los automóviles. En el mall vemos la abundancia como espectáculo deslumbrador. En 1995 escribí sobre este tema al tratar la globalización del comercio.
Claro está que para tener acceso a esa abundancia es preciso disponer de dinero o de tarjetas de crédito. Con los automóviles ocurre algo mucho más impactante que con las tiendas de negocios agrupadas. Las calles están llenas de vehículos; patanas, furgones, camiones-tanques y millones de automóviles ordinarios, circulan en todas las ciudades del mundo. Un aparcadero de los EUA es una sabana donde esperan a sus propietarios miles y miles de animales de cuatro ruedas.
El capítulo primero del tomo primero de El Capital, Karl Marx lo dedica a las mercancías. De todas las mercancías, elegiremos al automóvil como la mercancía más representativa.
La industria del automóvil no solo produce beneficios a los magnates de Detroit, Michigan, o a los concesionarios de vehículos en todo el mundo. No hay más que recorrer la calle Moca, en Santo Domingo, para comprobar que muchos millares de personas consiguen el sustento vendiendo gomas, repuestos, reparando frenos, cambiando aceites y filtros. Las estaciones de gasolina, los lavaderos de carros, son dependientes del automóvil, tanto como los taxistas y los mecánicos.
El ciudadano de nuestros días vive sometido a la fuerza presencial del automóvil. ¡Ese hombre es rico: tiene un Mercedes-Benz! ¡Fulano está en bancarrota: anda en un carrito destartalado! ¡Este año tengo que comprar un carro nuevo! Son tres expresiones habituales. En una ciudad extensa, de muchos kilómetros cuadrados, no es posible vivir sin automóvil. ¿Los esfuerzos económicos que debe hacer el hombre de la calle condicionan su conducta moral y política? Esas cotidianas agresiones psíquicas no están debidamente estudiadas. ¿Sobrevivimos en condiciones extremas en las grandes ciudades?