A PLENO PULMON
La historia enroscada

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La gente ha perdido la esperanza de que “las cosas mejoren con el tiempo”.  Los campesinos de antaño afirmaban: “el paso de las horas lo cura todo”: lo mismo una herida de machete que un dolor de barriga; hasta la pena por la muerte de un ser querido se va borrando lentamente.  Pero ahora, cuando las noticias corren tan rápidamente, todo el mundo cree que las cosas se agravarán cada día en lugar de mejorar o “curarse”.  Se ha desvanecido la fe en el futuro, sea remoto o inmediato.  Los filósofos del pasado eran todos optimistas: Leibniz, Hegel, Marx.

 Los pensadores de nuestros días anuncian “el fin de la historia”, la decadencia irreversible de la cultura europea, la destrucción de las monedas hasta hoy más poderosas: el dólar, el euro, el yen; auguran catástrofes económicas, el advenimiento del “caos social” en las ciudades más populosas y contaminadas. Parecen discursos pronunciados por profetas del Antiguo Testamento.  También circulan advertencias acerca de la posibilidad de guerras nucleares… y de las otras.  Tanto Hegel como Marx creyeron que la historia era “un proceso” sujeto leyes, con su propio régimen interno.  Los dos grandes clásicos historicistas “heredaron” la vieja doctrina de las causas finales.

 El idealismo extremo y el materialismo radical, coincidían en que los hombres y las sociedades avanzaban “inexorablemente”.  Eran, pues, optimistas intrínsecos.  Cuando Fukuyama escribió que habíamos llegado al “fin de la historia” quiso decir de la historia “concebida a la manera hegeliana”.  La caída del muro de Berlín y la disolución de la Unión Soviética, le parecieron evidencias de que la vieja dialéctica política quedaría anulada.  Nunca dijo que entraríamos en un “limbo histórico”, en la detención de los sucesos colectivos.

 Actualmente, el desencanto político e ideológico juega un papel primordial.  En Italia los políticos están desacreditados; y lo mismo ocurre en España, en Grecia y otros países.  El desencanto abarca, además, a las instituciones financieras, a organismos del Estado. Banqueros, funcionarios públicos, líderes políticos, reciben rechiflas o rechazo airado en muchos lugares del mundo.  Importantes grupos sociales han dejado de confiar en la policía, en los tribunales de justicia.  Es penoso que nos toque vivir una época en la cual la historia parece enroscarse.

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