A PLENO PULMÓN
La  hora de pelear

<STRONG>A PLENO PULMÓN<BR></STRONG>La  hora de pelear

Se dice que las personas muy turbulentas viven buscando motivos para enredarse en alguna reyerta.  Esas personas, según el sentir popular, mueren jóvenes y de “mala manera”.  También se dice que la violencia sólo engendra violencia.  A los individuos que no evaden los enfrentamientos se les llama “buscapleitos”.  Son estigmatizados en todas las culturas basadas en un “orden civil”.  Se atribuyen al estratega militar chino Zun Tzu ciertos aforismos que apuntan hacia la prudencia: “Existen muros que no es necesario escalar”; “Hay ciudades que sería preferible no atacar”.  Los militares, siendo profesionales de la guerra, no pelean en toda ocasión.

 Desde la más remota antigüedad los patriarcas y sabios han recomendado “no echar todos los pleitos”.  El rey Salomón compiló los Proverbios que aparecen en el Antiguo Testamento.  Allí encontramos dichos y frases “para todos los gustos”.  Algunos pueden aplicarse “al revés y al derecho”, pues si bien es verdad que la violencia engendra violencia, hay circunstancias en que solamente la violencia produce la paz duradera.  Ganar una guerra significa la conclusión de la violencia armada. Pero no “la paz perpetua”, como la desean los partidarios del idealismo kantiano.  A pesar de los buenos deseos de tantos “pacifistas”, el hombre es un animal pugnaz.

 En el curso de la historia los hombres han “echado” guerras por muchas razones.  A los niños, familias, tribus y pueblos, les llega un momento que no tienen más remedio que pelear.  Un escolar agredido pelea a veces “para no quedar golpeado”, para salvar su honor infantil  delante de sus compañeros de aula.  Una familia acosada por delincuentes se ve obligada a defenderse.  Los juristas han creado el concepto de “legítima defensa”.  Esta defensa, desde luego, se ejerce peleando.

 No creemos que siempre el mejor pleito es aquel “que no se echa”; ni tampoco que vale más “un mal arreglo que un buen pleito”.  Hay situaciones en las cuales es cien veces mejor un pleito grande que un arreglo pasajero.  El dilema permanente de los ciudadanos  es saber cuándo deben plantarse a luchar o cuando deben “barajar el pleito”.  Salomón compara la miel con la sabiduría. (Prov. capítulo 24, vers.13).  Pero no nos dice cuándo levantarnos a pelear. Zun Tzu tampoco.

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