Es probable que un inesperado impulso renovador surja del fondo de nuestra atribulada sociedad. No es cierto que somos un pueblo sui generis, es decir, como no existe otro igual. La mayor parte de los pueblos de la América hispánica confronta problemas muy parecidos a los nuestros; algunos de ellos políticos, económicos, institucionales arrancan de antecedentes coloniales semejantes. Claro está que cada pueblo tiene sus peculiaridades; no hay dos gotas de agua exactamente iguales, aunque sean partículas de la misma substancia. Eso de que somos únicos es una endeble argucia para convencernos de que no tenemos arreglo posible.
Quieren decir: otros pueblos han mejorado sus servicios colectivos, economía y convivencia, mediante tales o cuales programas; pero esos remedios sociales, políticos, educativos no surtirán efectos entre nosotros porque este es un país especial. Los sabihondos que deberían curar nuestras dolencias nos han desahuciado. Algunos políticos creen que es tiempo perdido luchar por una mejor nación. Podemos empezar por la llamada planta física de la República Dominicana. Sin la conservación de los recursos naturales de la isla no podrían vivir diez, doce, millones de habitantes dominicanos cuando comience la próxima década. Es esencial la preservación del bosque en las cuencas donde nacen los ríos.
Todos lo saben; y todos desean que no desaparezca la vegetación, como ha ocurrido en Haití. Pero para lograrlo es obligatorio realizar algunos trabajos, organizar ciertos planes, impartir enseñanzas a los niños. Las escuelas podrían llevar jóvenes escolares a la región fronteriza y mostrarles desde tierra o desde el aire las diferencias visibles entre el territorio haitiano y el dominicano. De la fatigante tarea de sembrar árboles pudiéramos hacer un rito ceremonial, una fiesta popular.
Tenemos Ministerio de Medio Ambiente. El doctor Jaime David Fernández Mirabal, titular de dicha cartera, conoce detalladamente los problemas de cada zona; el ingeniero Frank Rodríguez sabe bien cuál es el área de influencia de treinta presas; es un funcionario confiable y con larga experiencia. Instituciones privadas ligadas a la conservación de la naturaleza existen varias, nacionales y extranjeras. Fundación Progressio y The Nature Conservancy, dos ejemplos; Enrique Armenteros y Néstor Sánchez son ciudadanos bien calificados. Podríamos salvar esta primera estación del vía-crucis si nos empeñáramos en ello.