A PLENO PULMÓN
La próxima estación

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Muchos jóvenes dominicanos que salieron de las prisiones a la caída de Trujillo, en 1961, sufrieron después una larga “cadena de decepciones” políticas.  Primero, el Consejo de Estado; un gobierno de transición sometido a grandes presiones en todos los frentes: una población exigente,  ansiosa de disfrutar las libertades públicas; un “entorno” internacional con sólo dos “electrodos”: Cuba y los EUA; todos los organismos represivos de un régimen de treinta años “en perfecto estado de conservación”.  Montones de complejos intereses, vínculos familiares, lealtades de grupo, nos dificultaban el tránsito  hacia la democracia política.

Los valientes “conjurados” para eliminar a Trujillo habían, ciertamente, matado a un hombre; pero no habían “desmantelado” un régimen.  Entre “cívicos”, “trujillistas” y “catorcistas” la convivencia siempre fue precaria, preñada de reservas y reconvenciones.  A pesar de que hubo un momento en que “cívicos” y “catorcistas” tuvieron dirigentes comunes.  El aplastante triunfo electoral del PRD, y de Juan Bosch, frustró a muchos “cívicos”, tranquilizó a algunos trujillistas, decepcionó  varios grupos de izquierda y a las porciones más conservadoras de la sociedad dominicana.

El golpe de Estado de 1965 permitió que las masas que votaron por Juan Bosch comprobara la “inutilidad” del naciente sistema electoral.  Los pasajes sociológicos del libro escrito por el Presidente derrocado:  “Crisis de la democracia de América en la República Dominicana”, constituyen el  mejor testimonio de esta nueva frustración.  El movimiento político y militar de 1965, encaminado a reponer a Juan Bosch en la Presidencia, fue anulado por la invasión de 40,000 infantes de marina norteamericanos.  Joaquín Balaguer vuelve a dirigir el Estado en 1966 y gobierna hasta 1978.   La intervención de EUA  fue otro trauma político.

El ascenso al poder de Antonio Guzmán, con “fallo histórico” incluido, despertó algunas esperanzas en cabezas con poca experiencia política.  Es indudable que durante su presidencia disminuyó la influencia del “sector militar tradicional”, que había sido poco menos que protagónica.  Desgraciadamente, el Presidente Guzmán cometió suicidio cuarenta días antes de terminar su periodo constitucional. Un ingrato desenlace político para añadir a los muchos tumbos anteriores.  De ahí en adelante los partidos políticos alternan en el poder con deplorables resultados; y parecidas componendas.  ¿Podremos escapar de ese círculo vicioso? ¿Cuál será la próxima estación?

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