Gertrude Stein, escritora norteamericana fallecida en 1946, fue quien bautizó con el nombre de generación perdida al grupo de novelistas de su país que floreció entre las dos guerras mundiales: Hemingway, Faulkner, Steinbeck, Caldwell. Vivió muchos años en Paris, donde fue persona de gran relieve en el mundo artístico y literario de los años treinta. Picasso hizo dibujos de esta mujer rechoncha, de sorprendente agudeza mental. Durante una entrevista ella dijo que la creación en el escritor tiene lugar entre el papel y la punta del lápiz.
Quería subrayar que el buen escrito no es siempre producto de las técnicas de composición, o de un plan general arquitectónico previo. El escritor ha de enfrentarse a las sombras difusas que ocupan su cerebro; y navegar sin brújula entre palpitos y entrevisiones. Ella dijo exactamente: la creación debe producirse entre el lápiz y el papel, no antes, en el pensamiento, o después, al darle nueva forma. Ese después y esa nueva forma, es un segundo encuentro correctivo entre el lápiz y el papel. A veces, los escritores se sienten atascados; creen que no podrán escribir una palabra más. Gertrude Stein, con expresiones próximas a la bobería, recomendaba: la forma de volver a empezar algo es volver a empezarlo,
Nunca podremos saber con precisión adonde nos llevará la escritura. Juan Bosch metió un papel en su maquina de escribir para redactar una carta a un amigo; a continuación del nombre del amigo, compuso el famoso cuento La mujer. Don Miguel de Unamuno es autor de un famoso ensayo titulado A lo que salga. Parece que ciertos impulsos nerviosos, algunas cargas eléctricas del cerebro, o sentimientos enterrados en el fondo del alma, dirigen los escritores hacia la realización de sus obras. Van palpando objetos llamados palabras, como hacen los ciegos. Los ciegos, desde luego, saben cuando han topado con el amor.
La punta del lápiz es para el escritor algo parecido al bastón que precede la marcha vacilante del ciego. También el escritor sabe cuando arriba al puerto del amor literario. En su Poema 18, Neruda escribió: Este es un puerto. Aquí te amo. Se trataba de una mujer que pareció definitiva. Un puerto donde atracar para siempre.