A PLENO PULMÓN
La tristeza de Newton

A PLENO PULMÓN<BR>La tristeza de Newton

En la ciudad colonial de Santo Domingo vivieron algunas mujeres “estrepitosas”, como la pobre Ernestora Amarante, quien murió al parir a su hija.  También mujeres pintorescas, que hablaban continuamente acerca de cosas que no sabían bien.  Finalmente, a fuerza de tanto hablar, eran consideradas “expertas” en aquello que parloteaban.  Ese fue el caso de la señora que apodaban “el sismógrafo parlante”.  Los temblores de tierra llegaron a ser “su especialidad”.  Percibía cada noche los más leves movimientos sísmicos.  Desde provincias del Cibao recibía cartas donde le informaban de pequeños temblores “que no fueron noticias” en los periódicos.

Varias mujeres “echaban las cartas” para pronosticar el futuro. Lo hacían con asombroso acierto.  Podían predecir enfermedades, prisiones políticas, muertes violentas, viudez prematura, problemas económicos.  A través de las barajas, una de estas mujeres descubrió que el marido de la que consultaba tenía una amante con dos hijas.  Al conocer el asunto la “consultante” cayó al piso con un infarto cerebral.  La cartomancia es un oficio que puede producir víctimas, del mismo modo que puede sacar gente de la depresión.  En los años que transcurrieron entre el fin de la Segunda Guerra Mundial y la muerte de Trujillo hubo en SD docenas de lectoras de naipes. 

Pero en nuestro pequeñísimo mundo antillano, sumido en pobreza y brutal autoritarismo, surgieron siempre personalidades femeninas extraordinarias.  Salomé Ureña es el ejemplo máximo del siglo XIX; nos confirma la posibilidad de que broten flores en un erial.  Evangelina Rodríguez, Abigail Mejía, Altagracia Saviñón, Amelia Francasci, son casos más recientes.  La Agrupación Nacional de Féminas (ANAFE), se ha encargado de divulgar los méritos de mujeres dominicanas notables.  Es una pena que sus siglas, ANAFE, nos remitan a una palabra árabe que significa fogón; y recuerda que las mujeres han permanecido esclavizadas en la cocina durante siglos.

En la zona colonial vivió una extraña señora “nada estrepitosa”.  Quería escribir “los poemas que no logró componer Newton”. En 1960 un periodista español le dijo: Newton fue un físico-matemático; nunca intentó escribir versos.  La señora cerró bruscamente la ventana por donde hablaba con los transeúntes.  El ofendido periodista me contó: ella está preparando “Tristeza de Isaac Newton mientras contemplaba el color de las flores de mayo”.

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