Tal vez sea posible en lo futuro convocar a un grupo de educadores, historiadores, psicólogos, para que, entre todos, diseñen un curso básico de dominicanidades. Sería un trabajo interdisciplinario de grandísima utilidad en una época de desconcierto general. Los huecos de nuestra historia social podrían estudiarse y rellenarse minuciosamente. Aprenderíamos, a posteriori, ciertas dolorosas lecciones políticas; entenderíamos, repentinamente, que es socialmente ventajoso no repetir el pasado. Los jovencitos de las escuelas primarias recibirían los fundamentos; y los muchachos mayores, a la hora de la enseñanza secundaria, ampliarían y profundizarían en temas tales como ¿Por qué hemos sufrido a Santana, Báez, Lilis, Trujillo?
¿Por qué el desarrollo de la economía dominicana ha sido tan irregular? Oro, azúcar, maderas tintóreas, ganadería- ¿Por qué los políticos dominicanos, de todos los tiempos, se adaptan tan fácilmente a los poderes extranjeros? ¿Por qué casi siempre echan a un lado los verdaderos intereses nacionales? Niños entrenados para la comprensión de lo que nos ha pasado, quizás lleguen a ser adultos capaces de evitar que eso mismo nos pase otra vez, o sea, aptos para romper la cadena fatal del eterno retorno.
Creo que hoy existen programas para que los niños siembren árboles y preserven la naturaleza. Tal vez no haya aún planes dirigidos a que los estudiantes conozcan la deforestación en la vecina República de Haití; o el valor esencial del agua; o la espantosa miseria en que viven numerosos grupos sociales, en Santo Domingo y en Haití. Es obvio que los jóvenes deben aprender geografía, aritmética, lengua española; no pretendemos reducir el número de asignaturas; más exacto sería decir que deseamos añadir una materia nueva. Algo que llamaríamos antropología especial dominicana.
Nada hay de malo en que los estudiantes aprendan teoría de los conjuntos. Sin embargo, del conjunto social en el que vivimos sabemos pocas cosas que nos permitan proyectar el futuro, ejercer a conciencia la categoría filosófica de futurición. ¿Cómo se han ido configurando los prejuicios de los dominicanos a lo largo de su historia? ¿Cuáles de ellos dificultan la organización social? ¿Cuántos elementos hay en nuestro folclore que contribuyan a lograr cohesión social, proyectos de vida común con pleno consentimiento? Deberíamos intentar despejar estos enigmas para vivir mejor.