A PLENO PULMÓN
Las dos caras peores

A PLENO PULMÓN<BR>Las dos caras peores

Desde que entré en la canaleta de la caja del supermercado noté que a la salida había un individuo que me miraba con insistencia.  Aquel hombre gordo, con bigote negro y aspecto de funcionario público, no me quitaba los ojos de encima.  Empuñé las frutas que había comprado e intenté escurrirme rápidamente.  – ¿Usted es periodista? dijo, mientras me agarraba por un brazo para detenerme.  –Sí, soy periodista, contesté.  –¿Porqué ustedes escriben acerca de todas las cosas, menos de las que son realmente importantes?  ¿Dígame qué utilidad tiene mencionar a San Caralampio en un momento como este? ¡Un viejo asesinado hace siglos por un emperador romano!

–Enumere usted algunas cosas que sean más importantes que el martirio de un viejo a causa de la intolerancia de los gobernantes, repliqué.    –Oh; hay muchísimos asuntos; por ejemplo: los “adelantos modernos” de que disponen los dominicanos y los atrasos que padecen, al mismo tiempo, en todos los aspectos.  –No entiendo nada; explíqueme mejor.  –Bueno, es que aquí tenemos lo peor del mundo desarrollado –drogas, pornografía “online”, armas automáticas, teléfonos celulares con cámaras y grabadoras– y lo peor del subdesarrollo –desempleo, analfabetismo, desorden, injusticias sociales, impunidad. –Siempre hubo pocos empleos, analfabetismo y todo lo demás.  Lo nuevo es la tecnología avanzada, las comunicaciones inmediatas.  ¿Qué tienen de malo?

–Muchos analfabetos dominicanos adultos, que no respetan las señales del semáforo, usan teléfonos que les permiten grabar conversaciones y tomar fotografías.  También llevan en la cintura armas de fuego sin permisos legales.  Benefician del desorden reinante y de los “adelantos de la electrónica”.  La pobreza ofrece oportunidades para la explotación del débil por parte del poderoso; y desde luego, el pobre atraca, desvalija o aterroriza a los ricos y a los vecinos de su propio barrio.

–Hombres sin educación y sin empleos regulares, en complicidad con presidiarios, organizan crímenes por paga. Teléfonos y cámaras fotográficas digitales son esenciales para ejecutarlos.  Los vendedores de drogas están armados, como es evidente por los frecuentes tiroteos; además, gozan de garantías democráticas constitucionales, usan programas de computación “up-today” y en los bolsillos llevan –junto a pequeñas porciones de cocaína– varios modernísimos “Blackberrys”.  El caso es, amigo periodista, que sufrimos lo peor de ambos mundos.

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