A PLENO PULMÓN
Las tenazas políticas

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Miguel Vargas Maldonado fue el candidato perdedor del PRD en las últimas elecciones presidenciales.  No hizo mal papel. Reconoció rápidamente el triunfo de Leonel Fernández.  Alcanzó una votación considerable.  El candidato derrotado en las elecciones anteriores había sido el Presidente Mejía.  Leonel Fernández ganó frente a un presidente en ejercicio; volvió a ganar ante un contrincante nuevo, ex-miembro del gabinete de Hipólito Mejía.  Era natural que surgiera una lucha entre Vargas y Mejía por controlar el PRD.  Esa lucha no ha cesado; no es desatinado pensar que puede acentuarse.

Leonel Fernández, a fin de lograr apoyo para la reforma constitucional, prefirió hacer un pacto con Miguel Vargas y no celebrar “acuerdos formales” con Hipólito Mejía.  El Presidente “legalmente constituido” decidió “constitucionar” a Vargas Maldonado como “jefe de la oposición”.  Escogió un “interlocutor válido” acorralado por un cisma dentro del propio partido.  Vargas obtuvo “respaldo externo” que le fortaleció internamente en su organización política.  Una vez reformada la Constitución de la República, tanto Leonel Fernández como Hipólito Mejía quedaron jurídicamente aptos para volver a ser presidentes, esto es, en condiciones de “activar” políticamente en provecho de ellos mismos; y de seguir siendo lideres en sus respectivos partidos.

El resultado de las elecciones congresales y municipales incrementa el poder del PLD; fortifica el liderazgo de Leonel Fernández; disminuye la influencia del PRD en ambas cámaras; y pone a Vargas Maldonado en una deplorable situación política: perdedor como candidato; también como cabeza de partido.   Para colmo, cogido en una pinza entre dos lideres enérgicos y hábiles.  Promulgada la Constitución, teniendo mayoría en el congreso, el Presidente no necesita de “pactos” o “arreglos” con políticos enfrentados, de poderes declinantes.

Cuando terminen los conteos en la JCE y se hagan los exámenes de rigor, caeremos en la cuenta de que “los abstencionistas” han sido muchísimos, en Santiago, en la Provincia de Santo Domingo, en el Distrito Nacional.  Son tres centros demográficos, económicos, políticos, que “irradian” hacia el interior del país el descontento o el entusiasmo.  Esa “dejadez” nos parece la forma democrática de expresar una protesta general.  Creo que hay quejas colectivas por “la manera de conducirse” los políticos; y a la vez, impotencia para establecer  nuevos organismos políticos partidarios.

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