A PLENO PULMON
Las vidas conectadas

A PLENO PULMON<BR>Las vidas conectadas

–Hace treinta años que vivo en esta casa; la ciudad colonial es ahora más peligrosa que antes.  Como soy un viejo he tenido que prepararme; le compré su revólver a un policía que necesitaba dinero para irse en yola a Puerto Rico.  Lo tengo desde el año 2000.  Si intentan robarme moriré tirando.  Salgo todos los días a caminar; en el curso de la caminata converso con muchísima gente para enterarme de los chismes políticos y de los amores de los vecinos.  A veces regreso a la casa con dolores de espalda, pero Bartola me da un  masaje con linimento y me alivio enseguida.

 –¿Quién es Bartola? –Bartola es mi cocinera; lleva nueve años conmigo; ella se ocupa de todos los trabajos domésticos, de la limpieza del baño, del arreglo de mi habitación.  A su marido y a su hijo los mataron en un intercambio de disparos con la policía.  El caso ocurrió en la Avenida del Puerto.  Desde entonces vive en mi casa; no tenía tumba para enterrar al marido y al hijo; yo los enterré en el cementerio Cristo Redentor.  Le pago cada tres meses cuando me liquidan un dinerito de la “Compañía de Inversiones”.  Bartola también es vidente pero sólo ejerce cuando le da la gana.

 –¿Cómo es eso? –Bueno, ella es mujer tranquila, trabajadora, una morena fuerte y saludable; no brega con brujos, pero tiene días en que sueña y ve cosas que van a pasar y las advierte.  El otro día amaneció diciendo que a la señora de enfrente le iban a robar el sueldo el mismo día de pago; se lo dijo.  La asaltaron en “El Huacal” al salir de donde ella trabaja.  Bartola estuvo casi un mes pasándole una cantina.  No tenía para comer.

 Frente a esa catedral Primada de América que usted ve ahí, en este mismo Parque de Colón, se reúnen montones de locos, artistas, limpiabotas, turistas de todos los países, drogadictos y maleantes.  Ese “espectáculo humano” atrae a los periodistas curiosos, a los sociólogos; a nosotros nos da ganas de vomitar.  Bartola dice que hay muchos hombres sentados en los bancos del parque, que no trabajan nunca y siempre tienen los bolsillos llenos de dinero.

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