A PLENO PULMÓN
Las viejas chismosas

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Tres clases de “nuevas recetas” se nos ofrecen casi todos los días en tertulias, seminarios, encuentros casuales: “recetas políticas” para alcanzar “los objetivos del milenio” o combatir la corrupción; recetas de cocina para preparar apetitosos platos durante los fines de semana; “recetas literarias” encaminadas a la producción de guiones cinematográficos o novelas.  Estas últimas recomendaciones no tienen nada que ver con las antiguas preceptivas literarias, ni con teorías complejas acerca del lenguaje.  La primera “regla” que debe observar un novelista es “escuchar atentamente a las viejas chismosas”.   Omito deliberadamente las recetas de médicos y farmacéuticos porque carecen de “novedad” y son infinitas.

A muchas “viejas chismosas” les encantan las “novedades”; visitan tiendas donde venden “lo último” que llega “del exterior”.  Son “noveleras”, sin duda; pero, además, descubren enseguida “el dato escondido” de novelas policíacas, de suspenso, enredos amorosos, crítica social, política.   Cierta señora, entrada en años y sabidurías mundanas, dijo delante de mi: –“Esa mujer duerme la siesta con el vecino; desde que bebe el café, se muda a la cama de enfrente.  Las hijas creen que ha salido a dar un paseo para bajar la comida.   Pero la verdad es que ellos dos yacen desnudos en un colchón sin sabanas”.

Al decir “yacen desnudos”, a la manera bíblica, esta señora sonrió pícaramente y se ajustó el cinturón. –“Lo bien que le quedan los “trajes sastre” a esa sinvergüenza.  Pero ya la han visto por una ventana”.  Pensé que para “la informante” este “yacer desnudos” es un tipo de yacimiento mucho más importante que un yacimiento de petróleo.  Los novelistas, pues, deben tomar en cuenta los resortes principales de la curiosidad humana.  Un comentarista de televisión afirma que tres viejas chismosas valen más que todo el Archivo General de la Nación.  –“¿Usted ve esa casa de la esquina, recién pintada?  Al dueño “lo nombraron” hace seis meses.  Antes debía el alquiler; ya compró la casa”. 

–“Ahí han entrado muebles, cortinas, persianas metálicas, plantas eléctricas.  Ahora mantiene dos vehículos en la puerta.  Le sobrevino un bienestar, no sabemos cómo.”  Otro periodista, que trabaja en la radio, opina que su audiencia depende de lo que digan dos viejas chismosas. –“Esa es la salsa de la vida”, concluye. 

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