A PLENO PULMÓN
Lealtades de perro

<STRONG>A PLENO PULMÓN<BR></STRONG>Lealtades de perro

Se cuenta entre personas mayores de sesenta años que había un funcionario “en tiempos de Trujillo” que le dijo al generalísimo: “jefe, mi lealtad no es de hombre; es de perro”.  Según parece, Trujillo tuvo una larga entrevista con un militar, a puerta cerrada; al abrir la puerta para salir del lugar Trujillo tropezó con el funcionario, que estaba “echado” en el piso, bloqueando la puerta.  Fue entonces cuando, a modo de explicación, declaró su lealtad “de perro”. 

Esta historia se usa para mostrar el grado de servilismo al que se descendió en la Era de Trujillo; “era gloriosa”, como reza la famosa pieza musical que se tocaba en todos los bailes en los últimos años de la dictadura.  El desdichado Galíndez escribió un libro que lo llevó a la muerte: “La era de Trujillo”.  El capitulo VII, titulado “Estilo personal del tirano”, se divide en cinco apartados: “megalomanía”, “peculado”, “nepotismo”, “adulación” y servilismo”.  “Leyes hechas a la medida”.  Leer estas cosas provocó la cólera de Trujillo.  Y Galíndez, como se sabe, fue secuestrado en Nueva York.

Un íntimo amigo de Trujillo, que le conoció y trató cuando aún no era Presidente de la República, reveló la forma en que terminó Galíndez.  Supo la historia por boca del propio Trujillo, quien le contó: “lo arreglé yo mismo; murió con la lengua llena de papel”.  En mi reciente libro “Ubres de novelastra” aparece una “escama” rotulada: “Brandy en los pies y papel en el estómago”, donde se narra el final de Galíndez.  Falleció metido en un barril de Carlos I con marcas impresas de la firma Domecq.  Trujillo le hizo comer el capítulo VII, página por página.

He visto fotografías de Trujillo con uniforme de gala, charreteras y condecoraciones; también con un bicornio emplumado en la cabeza, con capa de mariscal, a caballo, con sombrero de copa, con traje a cuadros, bailando un merengue, con un fusil en la mano, firmando documentos públicos, sentado en un palco del Hipódromo Perla Antillana; los dominicanos hemos visto a Trujillo de mil maneras.  Nunca al lado de un tonel de brandy, con un revólver en la mano, obligando un periodista vasco a comerse un libro.  La iconografía está incompleta.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas