Un camioncito destartalado, de reparto de agua potable, transitaba ayer por la avenida 27 de Febrero. Yo iba detrás, uno más de los miles de conductores de vehículos que taponan las calles en horas pico. Un limosnero, al que faltaba una pierna, se paró entre mi automóvil y el camioncito-tanque; apoyado en la muleta, el hombre desenganchó una botella que le colgaba del cinturón, abrió la llave del tanque, llenó su botella y se apartó. Cuando el semáforo encendió la luz verde, el tanquero siguió adelante; arranqué inmediatamente y pude ver al limosnero alejarse, sonriendo, con la cantimplora repleta de agua.
Una humilde mujer dominicana alcanzó celebridad por amamantar dos niños haitianos desvalidos, poco después del terremoto. Los huérfanos se alimentaron -con leche de teta pobre- y sobrevivieron al cataclismo. El Presidente Fernández condecoró a la oportuna nodriza; el Estado dominicano premió con una vivienda el acto humanitario de esa madre generosa. La publicidad desplegada alrededor de este suceso sirvió para que los extranjeros conocieran un lado del carácter de los dominicanos; también para dar el toque emotivo a toda la ayuda prestada a Haití por la RD durante las primeras semanas de su espantosa tragedia.
La revista Foreign Policy elaboró hace tiempo una tabla de estados fallidos o a punto de fallar. Aplicando notaciones de lógica simbólica y cálculos algebraicos, los editores concluyeron que Haití era un Estado fallido y a la RD le faltaba poco para serlo. Algunos técnicos de la comunidad internacional economistas, sociólogos, politólogos- decretaron: un estado fallido no es capaz de ayudar a otro estado fallido. Sin pensar que dos cojos abrazados pueden desplazarse juntos hasta una parada de autobuses. Leonel Fernández ha dicho que las ofertas de ayuda a Haití, hechas por los grandes autobuses del G-7, no han llegado aún a Puerto Príncipe.
Los haitianos siguen hacinados en casas de campaña. El Presidente dominicano, en varias ocasiones, ha insistido en la necesidad de organizar la ayuda a Haití. Su última declaración apunta al meollo del problema: los negocios internacionales de narcotraficantes pueden volver fallido cualquier Estado, grande o pequeño. Actualmente los vecinos fallidos se sostienen sobre parihuelas casi fallidas. Beben leche de una vaca flaca que no falla.