A PLENO PULMÓN
Lectores y escritores

A PLENO PULMÓN<BR>Lectores y escritores

Los buenos escritores tienen la virtud de “peinarnos” el cerebro; ordenan hacia el lóbulo izquierdo los asuntos económicos de la vida colectiva; del lado derecho arreglan una trenza con los problemas políticos y, al centro, preparan un moño grande con los “pelos antropológicos” elementales. Todos los escritores valiosos, sean “de ficción” o de reflexión, producen el encanto o la magia de aclararnos la percepción del mundo.  Los poetas componen cuadros o escenarios, los novelistas nos hacen subir a un tren en marcha; los pensadores aspiran a “disecar” los diversos momentos de la existencia humana.  Pero todos nos entregan una visión enriquecida de la historia, de la sociedad, de las personas concretas.

 Es una lástima que leer sea hoy una ocupación declinante, en camino de extinción.   La gente lee para informarse de lo que ocurre en torno; lee periódicos, boletines, pizarras electrónicas, contratos de alquiler, etc.  Pero cada día se lee menos por el mero placer de leer.  Hay personas que leen en aeropuertos y salas de espera con el propósito de “matar el tiempo”, quizás para evitar el encuentro con el prójimo.  Para leer con entusiasmo, gusto y provecho, se necesitan verdaderos escritores.

 Y al revés, para que existan escritores es preciso que haya lectores que los disfruten.  En nuestra época parece que han disminuido los lectores y escasean los escritores. Desde luego, se publican estadísticas que apuntan en dirección contraria.  El número de libros publicados es una cifra apabullante; las ventas de ciertas obras populares son también extraordinarias.   Si se examinan los temas y títulos se verá que la mayor parte corresponde a “literatura de evasión”, a escritos ligeros llamados “light”.

 Lo contrario de la literatura de evasión debería ser la “literatura de inmersión”.  Una literatura densa que nos sumerja en la interioridad de las vidas de las gentes y pueblos, de ciencias y artes.  Esa literatura exige un entrenamiento más riguroso por parte del lector.  La calidad del lector determina la selección del escritor y condiciona su éxito de mercado.  Del fomento y de la formación de buenos lectores depende la capacidad crítica de la sociedad… y el refinamiento de sus instituciones de derecho público.  Buenos lectores no podrían vivir sin buenos escritores.

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