A PLENO PULMÓN
Libertad y autoridad

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En el año 2002 Robert D. Kaplan publicó su libro “El retorno de la antigüedad”.  Dedica un largo comentario en el capítulo VII a las ideas de Thomas Hobbes.  Este filósofo opinaba que “el hombre es el lobo del hombre”.  Añade Kaplan que Abenjaldún,  en el sigo XIV, creía que “la agresividad y la injusticia forman parte de la naturaleza animal del hombre”.  Hamilton y Madison contaban con la rapacidad humana al insistir en que la separación de los poderes del Estado fuera consagrada en la Constitución de los EUA.  Los hombres son incapaces de ser altruistas, a menos que reciban  “una influencia represora” por parte de “la autoridad real”, como dice Abenjaldún.

 De este razonamiento parten muchas ideas en respaldo de regímenes políticos dictatoriales; y la justificación de intervenciones militares, sea de una nación sobre otra o de un gobierno para controlar la sociedad que manda.  Por eso oímos a veces: “hay que echar la guardia a la calle”.  La inseguridad también abre las puertas a las “soluciones de dureza”.  Gran parte de las empresas de seguridad en la RD están dirigidas por ex-militares o antiguos policías.  Los “guachimanes” que prestan servicio en industrias  y casas de familia son, generalmente, personas con experiencia militar o policial.

 Con sólo dar un paseo por la ciudad podríamos comprobar cuantos negocios operan en ventas de armas, cortas y largas.  Alarmas, verjas electrificadas, alambres cortantes, son cada vez más frecuentes.  Las grandes corporaciones requieren  un director general de seguridad.  Todo esto ocurre porque los ciudadanos carecen de protección estatal efectiva.  Están obligados a buscar “protección privada”.  El ambiente creado por el incremento de la delincuencia es sumamente desalentador.

 Los civiles, atemorizados, tienen dos caminos: comprar armas o contratar ex-militares para que cuiden sus casas. Lentamente la gente va perdiendo la fe en procedimientos democráticos y pacíficos, en la idoneidad de los funcionarios del orden público.  El desorden, la criminalidad, la inseguridad, abonan el terreno para dictaduras militares.  Muchas personas conservadoras piensan que las dictaduras “fomentan respeto por las reglas”.  Otras personas, políticamente a la izquierda, no ven nada de malo en una “dictadura popular”.  Quiere decir que ambos grupos podrían coincidir en el apoyo de “gobiernos de fuerza”.

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