A PLENO PULMÓN
Libro de preguntas

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Los problemas que confrontan las sociedades de hoy no han surgido “de un día para otro”.  No “se instalaron” a partir de una fecha precisa, como ocurre con los programas de computación.  ¿Por qué la gente “elige” drogarse?  ¿Para aturdirse?  ¿Para evadir las responsabilidades múltiples que la vida nos “echa sobre los hombros”? ¿Para experimentar sensaciones nuevas? ¿Para salirse de las rutinas impuestas por el trabajo?  He preguntado en New Orleans si la embriaguez del alcohol se parece a la euforia producida por los alucinógenos.  Lo pregunté, en un viejo templo del LSD,  a los “herederos psicodélicos” del doctor Timothy Leary.

Interrogué, con el mismo propósito, a varios músicos de la época del “Submarino amarillo”.  Es evidente que sin adictos a las drogas no podría haber narcotraficantes.  El mercado de drogas está compuesto por el conjunto de adictos a las drogas.  La oferta crece a causa de la demanda, repiten continuamente los economistas.   ¿El uso de drogas puede magnificar los placeres sexuales?  Aunque no contestemos ninguna de las preguntas precedentes, todos sabemos que las drogas se han convertido en elementos fundamentales de la vida social de nuestros días.  Las drogas afectan la conducta, la economía, la política, el orden público.

La sociedad en la cual nos ha tocado vivir es una “superposición de compartimientos estancos”.  No hay más que acudir al “mall” para ver de cerca el abigarrado “muestrario de humanidades” que se desplaza por los pasillos.  Cruzan sin tocarse; separados por los “rangos” y la educación; unidos por la economía de consumo. Cada grupo social usa una indumentaria distinta, como siempre ha sido.  Clérigos, letrados, artesanos, han usado ropas diferentes en todas las épocas.  Ahora los grupos sociales no se distinguen solamente por el ropaje o “las maneras de hablar”.  Actúan “en canales” paralelos, con “códigos” incongruentes, a menudo incompatibles.

Los habitantes de cualquier ciudad son seres humanos de la misma comunidad, con parecidas angustias y esperanzas; para todos, ganarse la vida económicamente significa un esfuerzo cotidiano.  ¿Cómo imagina el porvenir un dominicano pobre? ¿En qué puede trabajar para librarse  de la miseria?  ¿Debe emigrar?  ¿Inscribirse en un partido político? ¿Conectarse con negocios ilícitos? Temas inquietantes todos; incitan a buscar repuestas difíciles de hallar.

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