A PLENO PULMÓN
Libros inexistentes

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La semana pasada leí, en el diario “El País”, que una editorial española se propone publicar notas y apuntes que Elías Canetti fue haciendo, a lo largo de toda su vida, para un libro que nunca llegó a escribir.  Canetti recibió el Premio Nobel en 1981; nació en Bulgaria en 1905, en una localidad regida por el imperio otomano.  Su lengua materna fue el “ladino”, esto es, el español del siglo XV; procedía de una familia sefardita que emigró a Inglaterra.  Su lengua literaria es el alemán, pues su educación superior la adquirió en Suiza, en Austria con su maestro Sonne; y en varias ciudades de Alemania.

 El tema del libro no escrito es el de la muerte.  El padre de Canetti murió súbitamente, a los 31 años, cuando el escritor tenía doce.  La madre, una mujer de fuerte carácter y gran inteligencia, recibió continuamente el consuelo de su hijo pequeño.  Después, la muerte de ella y de su primera esposa, causaron otras conmociones en el alma de Canetti.  Los apuntes encontrados, escritos en alemán, son aforismos, frases “recordatorias”, intentos de redacción; están en    poder de expertos literarios que desean clasificar cuidadosamente estos fragmentos –y otros- antes de publicarlos.  Los editores españoles traducirán y publicarán, sin más exámenes.

Las relaciones entre el hijo y la viuda joven se tornaron tensas, según se desprende de un celebrado libro en el que Canetti describe la vida cultural de Viena durante el primer tercio del siglo XX.  Muchos escritores sueñan con escribir un libro acerca de un tema querido, del cual hablan a sus amigos y parientes; incluso llegan a anunciar que están trabajando en su composición, selección o revisión.  Pero el libro nunca llega a escribirse.

En Santo Domingo ha ocurrido que ciertos escritores añaden a su currículo: “libros en preparación”; y a seguidas “adelantan” los títulos de lo que desearían, alguna vez, escribir.

Existen magníficos escritores que “arrastran” un tema por veinte años y no logran convertirlo en “obra conclusa”.  Les asaltan miedos, dudas, inseguridades; a veces las auto-exigencias les obstruyen; y el escritor envejece insatisfecho con lo que le parece una “primera formulación fallida”.

Hay proyectos literarios tan complejos que sobrepasan la capacidad del redactor.

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