A PLENO PULMÓN
Líderes inmerecidos

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Estoy convencido de que un grandísimo número de dominicanos detesta la conducta irresponsable y autodestructiva de nuestros políticos.  Siempre se ha dicho: “los pueblos tienen los gobiernos que merecen”; a tal pueblo, tal gobierno.  Este aserto contiene cierta dosis de verdad; como todas las sentencias que se refieren a sociedades y gobiernos, se apoya en una base extraída de experiencias históricas. Pero no es estática la historia sino dinámica. 

Cambia un poco todos los días;  sin que nos demos cuenta de ello, las comunidades se van transformando.  Y “el día menos pensado” amanecemos con emociones colectivas que no creíamos posibles.

 Se habla también de “la falta de educación de las masas” y de que “la necesidad tiene cara de hereje”.  Con esto se quiere decir que el pueblo es incapaz de comprender cuales son sus conveniencias a mediano plazo; y que la pobreza general nos obliga a aceptar dádivas, a permitir las manipulaciones de los partidos políticos.  Nadie duda que ignorancia y miseria son factores que “facilitan” el mal gobierno, la instauración de dictaduras o de “partidocracias pseudodemocráticas”.  Tres cosas que han sufrido muchos pueblos con más educación que el nuestro y mejor economía.

  Creo que una porción importante del pueblo dominicano ya es superior a sus líderes; y no los merece.  La pobreza y escasa escolaridad no impiden razonar.  En los países donde existen buenos gobiernos hay “barrios marginados” y grupos sociales con poquísima educación.  A pesar de esas limitaciones, logran organizar sus servicios colectivos, desarrollar la economía y la instrucción pública.  Los medios de comunicación audiovisuales contribuyen a la formación de “analfabetos cultos”. Personas que no saben escribir pero están enteradas de todo cuanto ocurre en el mundo.

 La televisión “enseña y avispa”, a contrapelo de la propaganda política.   Cuando la gente “se hace cargo” de un problema, y lo desmenuza e interioriza, no vale machacar con desmentidos, comunicados, “adhesiones incondicionales” o “enérgicos rechazos”, en “espacios pagados” a colores.  Lo que falta es crear una estructura de acción y expresión hacia la cual millones de inconformes puedan mirar con alguna confianza; un organismo de orientación ciudadana  “de emergencia”.  Hay claros indicios, en la Capital, en Santiago, de que empieza a “trillarse” ese camino.

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