En este momento son muchos los países que confrontan problemas económicos con motivo de la severa crisis financiera mundial; el nuestro se encuentra, además, en medio de una crisis energética local; adicionalmente, en las cámaras legislativas cursa una amplísima reforma constitucional, inquietante, controvertida, canalizada por arreglos electorales entre líderes, sin la legitimidad del previo consentimiento general. También estamos sumergidos en el proceso de instalación y puesta en operaciones de un sistema de seguridad social. Con la aspiración de que su cobija abarque a las clases menos favorecidas de la sociedad dominicana.
En nuestras cárceles, en el aparato de administración judicial, en los organismos policiales, no parece haber seguridad, confianza, credibilidad. La eficiencia de la justicia y la de la Policía Nacional son puestas en duda por amplios grupos de la población. Esta misma semana el Presidente de la Suprema Corte de Justicia, Jorge Subero Isa, ha declarado que los crímenes por encargo los realizados por asesinos a sueldo han tenido incrementos considerables en los últimos tiempos. Este panorama, compuesto por tantos conflictos simultáneos, no es halagador. Añádase el alza reciente en la tarifa eléctrica y la posibilidad de una nueva reforma tributaria.
El universo de los partidos políticos de la República Dominicana está hoy bajo intenso cuestionamiento. En primer lugar, el tema del financiamiento de las campañas electorales con fondos del Estado; el ingreso de dinero sucio en las arcas de los principales partidos, la conducta y los negocios de sus dirigentes, son también asuntos muy debatidos en hogares, tertulias, programas de radio. El uso o destino que dan desde el gobierno a los impuestos que pagamos, es otro punto que desata encendidas polémicas.
La inconformidad y los disgustos, expresados lo mismo en barrios humildes que de clase media, llevaron al Presidente Fernández a desplegar actividades conciliatorias, curativas o preventivas, en los lugares donde hubo mayores protestas. Los diálogos en los barrios contaron con la presencia del propio Presidente de la República y de numerosos funcionarios del Estado. Ha comenzado ya la temporada ciclónica; se esperan por lo menos doce tormentas tropicales que, ojalá, no se conviertan en huracanes poderosos que compliquen las cosas. La lista es larga; los peligros políticos, evidentes.