Puesto que ya existen la comida rápida y el café instantáneo, debemos prever el surgimiento de literaturas perecederas flash, de carácter desechable y cortísima duración, con caducidad marcada, como el yogurt o el corn flakes. El desarrollo de las tecnologías de comunicación permite suponer que esa aparición es inminente. Todos los políticos de hoy, artistas pop, empresarios, burócratas, tienen cuenta en www.twitter.com. Se dice que Presidente Obama twitió al llegar al lugar donde celebraría una reunión con otros jefes de Estado. El fallecido Presidente Chávez informaba de todos sus pasos twitiando desde un avanzado teléfono celular. Vivimos en una época de mini-mensajes y micro-relatos.
Los niños de la actualidad, bien entrenados en el uso de computadoras, prefieren oír los juegos de fútbol mediante twitts. Opinan que los narradores deportivos de la televisión emplean demasiadas palabras para describir una jugada cualquiera. Ellos agregan innecesariamente a juicio de los niños expresiones emotivas o dramáticas a las correrías de los futbolistas sobre el terreno. Con los twitts todo queda simplificado: se sabe si el portero interceptó el balón o si entró el gol; también quien dio la patada y en que minuto del juego ocurrió. Educados en ese régimen, llegan a creer que los matices de sentido no son más que ornamentos inútiles del texto o del discurso.
Los cambios en la sensibilidad de las personas están conectados directamente con su entorno habitual. Música electrónica, teléfonos inteligentes, información on-line, redes sociales, pornografía a la carta, publicidad comercial, son asuntos de los cuales no podemos escapar. Nos rodean por todas partes; así como ciertas plantas trepadoras ahogan algunos arbustos, las tecnologías condicionan nuestras vidas. No hay más que ver el atascamiento general que se produce en bancos y supermercados cuando anuncian: se cayó el sistema.
Los recientes experimentos en el campo de las neurociencias, el crecimiento de las posibilidades en dispositivos de inteligencia artificial, han puesto los poetas de rodillas ante la ciencia aplicada. Algunos escritores delirantes creen que la literatura tendrá que prescindir de las emociones y de los razonamientos. Incluso la pasión podría ser suprimida. En lo futuro será posible colocarnos electrodos en el cráneo, en el corazón, en el prepucio. Entonces la vieja literatura quedará arrumbada.