Es obvio que en las naciones desarrolladas del Primer Mundo se vive mejor que en cualquiera de los países pobres de Centro-América y del Caribe. Los primero es que en los países industrializados reina el orden y la disciplina. El trabajo y la educación parecen segregar una modalidad de subproducto que es la estricta reglamentación del orden público. Por supuesto, en esos países hay problemas terribles de muy difícil solución. El consumo de drogas, la contaminación ambiental, el cambio climático, son algunos de ellos. Pero los pequeños problemas que surgen son combatidos inmediatamente, antes de que se vuelvan prácticamente insolubles, como los ya citados en esta nota.
Nuestro país es un territorio preñado de potencialidades que podrían convertirse en actos plenos que nos traigan riquezas, empleos, satisfacciones. Turismo, minería, recursos marítimos, son tres campos bien conocidos. Existen otros que no mencionaremos hoy. No sería adecuado establecer comparaciones entre países de distintos niveles de desarrollo socio-económico, como dicen los técnicos de los organismos internacionales. Pero sí es justo que los habitantes del tercer mundo aspiren a mejorar sus condiciones de vida: trabajo, educación, salubridad, seguridad social, confort habitacional. Y ciertamente, es posible lograr transformaciones de nuestra conducta que faciliten alcanzar algunas de esas metas.
El principal obstáculo es que todo lo dejamos para después. Así, los pequeños problemas se van acumulando hasta formar un montón muy difícil de remover. Ese es el caso de los asaltos en el cortísimo tramo carretero del Aeropuerto Las Américas.
Las quejas del público, de periodistas y funcionarios, no han desencadenado ninguna acción efectiva para controlar atracos perfectamente controlables, si hubiese la voluntad de hacerlo. Lo mismo ocurre con el robo de metales, con las placas de las motocicletas, con los inmigrantes haitianos indocumentados.
El robo de verjas, tapas de cloacas, estatuas de bronce, ha ido creciendo durante años; después hemos visto desmantelamientos de torres del alumbrado, saqueo de líneas de electricidad.
Lo más reciente ha sido la sustracción de cables tensores del Puente Duarte, remozado hace poco tiempo.
Poco faltó al Ministro de Obras Públicas para decir que el esfuerzo por repararlo había resultado inútil. Los cónsules dominicanos en Haití expiden visas a toda máquina. Otro problema aplazado para después.