A PLENO PULMÓN
Los burros salvajes

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Cuando era un adolescente había un ferrocarril que conectaba La Vega-San Francisco de Macorís.  Paraba en varias estaciones: La Gina, Las Cabuyas.  En esos lugares vendían pastelitos rellenos con carme molida, alcaparras, uvas pasas, trozos de huevos hervidos. La imaginación juvenil hizo de estos pastelitos –frituras ordinarias- manjares especiales. Para mi eran “pastelotes”; podían llevar dentro medio huevo duro.  Tíos o abuelas me esperaban en la estación todos los veranos.

Se decía que en San Francisco y en La Vega existían individuos que empleaban el idioma de manera “superespecial”; eran “tipos cultiparlistas”. A su forma de hablar se la llamaba “híperurbana”, por exceso de urbanidad, petulancia y complicación innecesaria.  Un “cultiparlista” de La Vega, según oí contar, le dijo a una mujer que andaba siempre con un perro: “tenga a bien, señora, amarrar su can, vulgo perro, a un poste, vulgo estaca, antes de que yo monte en cólera, vulgo rabia, y apele, vulgo jale, por mi arma de fuego, vulgo revólver, y le dispare un proyectil, vulgo balazo, que le atraviese la columna vertebral, vulgo espinazo; y lo deje examine y sin vida, vulgo muerto.”

Hace una semana, con motivo de la puesta en circulación de la “Nueva Gramática de la Lengua Española”, mencioné algunas de estas anécdotas infantiles en el auditorio de la Academia Dominicana de la Lengua.  El director de la academia, Bruno Rosario Candelier, da por sentado que puedo intervenir en sutiles asuntos gramaticales; o de “usos del lenguaje” por grupos sociales determinados.  La verdad es que no es así; no conozco dichos “sociolectos”; aunque haya tenido noticias de extraños “pendantolectos”.

Pregunté una vez a un sacerdote que visitaba a menudo a mi tío, también sacerdote, entonces vicario general en San Francisco de Macorís: ¿Qué le parece a usted ese modo de hablar del señor “cultiparlista”? Contestó: “son personas que quieren llamar la atención, interesadas en distinguirse por motivos insignificantes.  A veces son bufones descerebrados”. -¿Sabes qué es un burdégano” –No lo sé. –Es un mulo burdo.  –¿Sabes qué es un onagro?  -No, tampoco.  –Es un asno salvaje.  Los burros domésticos que andan por ahí son más inteligentes que onagros y mulos.  Los “cultiparlistas” son peores que todos los burros juntos.

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